Página 116 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
una voz que confirmaba la dádiva de la tierra de Canaán a sus des-
cendientes, “desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates”.
Vers. 18
.
Cuando hacía casi veinticinco años que Abraham estaba en Ca-
naán, el Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso.
Anda delante de mí y sé perfecto”. Véase
Génesis 17:1-16
. Con re-
verencia el patriarca se postró, y el mensaje continuó así: “Este es
mi pacto contigo: Serás padre de muchedumbre de gentes”. Como
garantía del cumplimiento de este pacto, su nombre, que hasta enton-
ces era Abram, fue cambiado en “Abraham”, que significa: “padre
de muchedumbre de gentes”. El nombre de Sarai se cambió por el
de Sara, “princesa”; pues, dijo la divina voz, “vendrá a ser madre de
naciones; reyes de pueblos serán de ella”.
Fue entonces cuando se le dio el rito de la circuncisión a
Abraham “como sello de la justicia de la fe que tuvo cuando aún
no había sido circuncidado”.
Romanos 4:11
. Este rito había de ser
observado por el patriarca y sus descendientes como señal de que
estaban dedicados al servicio de Dios, y por consiguiente separados
de los idólatras y aceptados por Dios como su tesoro especial. Por
este rito se comprometían a cumplir, por su parte, las condiciones del
pacto hecho con Abraham. No debían contraer matrimonio con los
paganos; pues haciéndolo perderían su reverencia hacia Dios y hacia
su santa ley, serían tentados a participar de las prácticas pecaminosas
de otras naciones, y serían inducidos a la idolatría.
Dios confirió un gran honor a Abraham. Los ángeles del cielo
anduvieron y hablaron con él como con un amigo. Cuando los
juicios de Dios estaban por caer sobre Sodoma, este hecho no le fue
ocultado y él se convirtió en intercesor de los pecadores para con
Dios. Su entrevista con los ángeles presenta también un hermoso
ejemplo de hospitalidad.
En un caluroso mediodía, el patriarca estaba sentado a la puerta
de su tienda, contemplando el tranquilo panorama, cuando vio a lo
lejos a tres viajeros que se aproximaban. Antes de llegar a su tienda,
los forasteros se detuvieron, como para consultarse respecto al ca-
mino que debían seguir. Sin esperar que le solicitaran favor alguno,
Abraham se levantó de inmediato, y cuando ellos parecían irse hacia
otra dirección, él se apresuró a acercarse a ellos, y con la mayor
cortesía les pidió que lo honraran deteniéndose en su casa para des-