Página 126 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
sería conservada, y llegaría a ser padre de una gran nación. Abraham
obedeció la palabra del ángel, aunque no sin sufrir gran pena. Su
corazón de padre se llenó de una indescriptible tristeza al separar de
su casa a Agar y a su hijo.
La instrucción impartida a Abraham tocante a la santidad de la
relación matrimonial, había de ser una lección para todas las edades.
Declara que los derechos y la felicidad de estas relaciones deben
resguardarse cuidadosamente, aun a costa de un gran sacrificio. Sara
era la verdadera esposa de Abraham. Ninguna otra persona debía
compartir sus derechos de esposa y madre. Reverenciaba a su esposo,
y en este aspecto el Nuevo Testamento la presenta como un digno
ejemplo. Pero ella no quería compartir el afecto de Abraham con
otra; y el Señor no la reprendió por haber exigido el destierro de su
rival.
Tanto Abraham como Sara desconfiaron del poder de Dios, y
este error fue la causa del matrimonio con Agar. Dios había llamado
a Abraham para que fuera el padre de los fieles, y su vida había de
servir como ejemplo de fe para las generaciones futuras. Pero su fe
no había sido perfecta. Había manifestado desconfianza en Dios al
ocultar el hecho de que Sara era su esposa, y también al casarse con
Agar.
Para que pudiera alcanzar la norma más alta, Dios lo sometió a
otra prueba, la mayor que se haya impuesto a hombre alguno. En
una visión nocturna se le ordenó ir a la tierra de Moria para ofrecer
allí a su hijo en holocausto en un monte que se le indicaría.
Cuando Abraham recibió esta orden, tenía ciento veinte años.
Se lo consideraba ya un anciano, aun en aquella generación. Antes
había sido fuerte para arrostrar penurias y peligros, pero ya se había
desvanecido el ardor de su juventud. En el vigor de la juventud,
uno puede enfrentar con valor dificultades y aflicciones capaces
de hacerlo desmayar en la senectud, cuando sus pies se acercan
vacilantes hacia la tumba. Pero Dios había reservado a Abraham
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su última y más aflictiva prueba para el tiempo cuando la carga de
los años pesaba sobre él y anhelaba descansar de la ansiedad y el
trabajo.
El patriarca moraba en Beerseba rodeado de prosperidad y honor.
Era muy rico y los soberanos de aquella tierra lo honraban como a
un príncipe poderoso. Miles de ovejas y vacas cubrían la llanura que