Página 163 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Huida y destierro de Jacob
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Todo esto se le reveló a Jacob en su sueño. Aunque su mente
comprendió en seguida una parte de la revelación, sus grandes y
misteriosas verdades fueron el estudio de toda su vida, y las fue
comprendiendo cada vez mejor.
Jacob se despertó de su sueño en el profundo silencio de la noche.
Las relucientes figuras de su visión se habían desvanecido. Sus ojos
no veían ahora más que los contornos oscuros de las colinas solitarias
y sobre ellas el cielo estrellado. Pero experimentaba un solemne
sentimiento de que Dios estaba con él. Una presencia invisible
llenaba la soledad. “Ciertamente Jehová está en este lugar -dijo-, y
yo no lo sabía. [.....] No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del
cielo”.
“Se levantó Jacob de mañana, y tomando la piedra que había
puesto de cabecera, la alzó por señal y derramó aceite encima de
ella”. Siguiendo la costumbre de conmemorar los acontecimientos de
importancia, Jacob levantó un monumento a la misericordia de Dios,
para que siempre que pasara por aquel camino, pudiera detenerse en
ese lugar sagrado para adorar al Señor. Y llamó aquel lugar Bet-el;
o sea, “casa de Dios”. Con profunda gratitud repitió la promesa que
le aseguraba que la presencia de Dios estaría con él; y luego hizo
el solemne voto: “Si va Dios conmigo y me guarda en este viaje en
que estoy, si me da pan para comer y vestido para vestir y si vuelvo
en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que
he puesto por señal será casa de Dios; y de todo lo que me des, el
diezmo apartaré para ti”.
Génesis 28:20-22
.
Jacob no estaba tratando de ponerle condiciones a Dios. El Señor
ya le había prometido prosperidad, y este voto era la expresión de
un corazón lleno de gratitud por la seguridad del amor y la miseri-
cordia de Dios. Jacob comprendía que Dios tenía sobre él derechos
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que estaba en el deber de reconocer, y que las señales especiales
de la gracia divina que se le habían concedido, le exigían recipro-
cidad. Cada bendición que se nos concede demanda una respuesta
hacia el Autor de todos los dones de la gracia. El cristiano ha de
repasar muchas veces su vida pasada, y recordar con gratitud las
preciosas obras que Dios ha realizado en su favor, sosteniéndole
en la tentación, abriéndole caminos cuando todo parecía tinieblas y
obstáculos, y dándole nuevas fuerzas cuando estaba por desmayar.
Debe reconocer todo esto como pruebas de la protección de los