Página 169 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

Huida y destierro de Jacob
165
Entonces dijo Jacob: “Poco tenías antes de mi venida, y ha
crecido en gran número”. Pero a medida que el tiempo pasaba,
Labán comenzó a envidiar la mayor prosperidad de Jacob, quien
prosperó mucho, “y tuvo muchas ovejas, siervas y siervos, y camellos
y asnos”.
Génesis 30:25-27, 30, 43
.
[171]
Los hijos de Labán participaban de los celos de su padre, y sus
palabras maliciosas llegaron a oídos de Jacob: “Jacob ha tomado
todo lo que era de nuestro padre, y de lo que era de nuestro padre ha
adquirido toda esta riqueza. Miraba también Jacob el semblante de
Labán, y veía que no era para con él como había sido antes”. Véase
Génesis 31
.
Jacob habría dejado a su astuto pariente mucho antes, si no
hubiera tenido el encuentro con Esaú. Ahora comprendió que estaba
en peligro frente a los hijos de Labán, quienes, considerando suya
la riqueza de Jacob, tratarían tal vez de obtenerla por la fuerza. Se
encontraba en gran perplejidad y aflicción, sin saber qué camino
tomar. Pero recordando la bondadosa promesa de Bet-el, llevó su
problema ante Dios y buscó su consejo. En un sueño se contestó a
su oración: “Vuélvete a la tierra de tus padres, a tu parentela; que yo
estaré contigo”.
La ausencia de Labán le ofreció una oportunidad para marcharse.
Jacob reunió rápidamente sus rebaños y manadas, y los envió ade-
lante. Luego atravesó el Éufrates con sus esposas y niños y siervos,
a fin de apresurar su marcha hacia Galaad, en la frontera de Canaán.
Tres días después, Labán se enteró de su huida, y se puso en camino
para perseguir la caravana, a la cual alcanzó el séptimo día de su
viaje. Estaba lleno de ira y decidido a obligarlos a volver, lo que no
dudaba que podría hacer, puesto que su compañía era más fuerte.
Los fugitivos estaban realmente en gran peligro.
Si Labán no realizó su intención hostil, fue porque Dios mismo
se interpuso en favor de su siervo. “Poder hay en mi mano para
haceros daño; pero el Dios de tu padre me habló anoche diciendo:
“Cuídate de no hablarle a Jacob descomedidamente””, es decir, que
no debía inducirlo a volver, ni por la fuerza ni mediante palabras
lisonjeras.
Labán había retenido la dote de sus hijas, y siempre había tratado
a Jacob astuta y duramente; pero con característico disimulo le
reprochó ahora su partida secreta, sin haberle dado como padre