Página 175 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Una noche de lucha
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que se había efectuado en su jefe. Aunque vieron la flaqueza del
patriarca, nunca pensaron que esa debilidad se había convertido en
su fuerza.
En la noche angustiosa pasada a orillas del Jaboc, cuando la
muerte parecía inminente, Jacob había comprendido lo vano que
es el auxilio humano, lo mal fundada que está toda confianza en el
poder del hombre. Vio que su única ayuda había de venir de Aquel
contra quien había pecado tan gravemente. Desamparado e indigno,
invocó la divina promesa de misericordia hacia el pecador arrepen-
tido. Aquella promesa era su garantía de que Dios lo perdonaría
y aceptaría. Los cielos y la tierra habrían de perecer antes de que
aquella palabra faltara, y esto fue lo que lo sostuvo durante aquella
horrible lucha.
La experiencia de Jacob durante aquella noche de lucha y an-
gustia representa la prueba que habrá de soportar el pueblo de Dios
inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo. El profeta
Jeremías, contemplando en santa visión nuestros días, dijo: “Así ha
dicho Jehová: “¡Hemos oído gritos de terror y espanto! ¡No hay paz!
[...] y que se han puesto pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande
es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él. Es un tiempo de
angustia para Jacob, pero de ella será librado””.
Jeremías 30:5-7
.
Cuando Cristo acabe su obra mediadora en favor de la humani-
dad, entonces empezará ese tiempo de aflicción. Para ese momento
la suerte de cada alma habrá sido decidida, y ya no habrá sangre
expiatoria para limpiarnos del pecado. Cuando Cristo deje su posi-
ción de intercesor ante Dios, se anunciará solemnemente: “El que
es injusto, sea injusto todavía; el que es impuro, sea impuro toda-
vía; el que es justo, practique la justicia todavía, y el que es santo,
santifíquese más todavía”.
Apocalipsis 22:11
. Entonces el Espíritu
que reprime el mal se retirará de la tierra. Como Jacob estuvo bajo
la amenaza de muerte de su airado hermano, así también el pueblo
de Dios estará en peligro de los impíos que tratarán de destruirlo.
Y como el patriarca luchó toda la noche pidiendo ser librado de la
mano de Esaú, así clamarán los justos a Dios día y noche que los
libre de los enemigos que los rodean.
Satanás había acusado a Jacob ante los ángeles de Dios, recla-
mando el derecho de destruirlo por su pecado; había incitado contra
él a Esaú y durante la larga noche de la lucha del patriarca, procu-
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