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Historia de los Patriarcas y Profetas
ró hacerle sentir su culpabilidad, para desanimarlo y quebrantar su
confianza en Dios. Cuando en su angustia Jacob se asió del Ángel
y le suplicó con lágrimas, el Mensajero celestial, para probar su fe,
le recordó también su pecado y trató de librarse de él. Pero Jacob
no se dejó desviar. Había aprendido que Dios es misericordioso,
y se apoyó en su misericordia. Se refirió a su arrepentimiento del
pecado, y pidió liberación. Mientras repasaba su vida, casi fue im-
pulsado a la desesperación; pero se aferró al Ángel, y con fervientes
y agonizantes súplicas insistió en sus ruegos, hasta que triunfó.
Esta será la experiencia del pueblo de Dios en su lucha final
con los poderes del mal. Dios probará la fe de sus seguidores, su
constancia, y su confianza en el poder de él para librarlos. Satanás
se esforzará por aterrarlos con el pensamiento de que su situación
no tiene esperanza; que sus pecados han sido demasiado grandes
para alcanzar el perdón. Tendrán un profundo sentimiento de sus
faltas, y al examinar su vida, verán desvanecerse sus esperanzas.
Pero recordando la grandeza de la misericordia de Dios, y su propio
arrepentimiento sincero, pedirán el cumplimiento de las promesas
hechas por Cristo a los pecadores desamparados y arrepentidos. Su
fe no faltará porque sus oraciones no sean contestadas en seguida. Se
aferrarán al poder de Dios, como Jacob se aferró al ángel del Ángel,
y el lenguaje de su alma será: “No te dejaré, si no me bendices”.
Si Jacob no se hubiera arrepentido antes por su pecado al tratar
de conseguir la primogenitura mediante un engaño, Dios no habría
podido oír su oración ni conservarle bondadosamente la vida. Así
será en el tiempo de angustia. Si el pueblo de Dios tuviera pecados
inconfesos que aparecieran ante ellos cuando los torturen el temor
y la angustia, serían abrumados; la desesperación anularía su fe, y
no podrían tener confianza en Dios para pedirle su liberación. Pero
aunque tengan un profundo sentido de su indignidad, no tendrán
pecados ocultos que confesar. Sus pecados habrán sido borrados por
la sangre expiatoria de Cristo, y no los podrán recordar.
Satanás induce a muchos a creer que Dios pasará por alto su
infidelidad en los asuntos menos importantes de la vida; pero en su
proceder con Jacob el Señor demostró que de ningún modo puede
sancionar ni tolerar el mal. Todos los que traten de ocultar o excusar
sus pecados, y permitan que permanezcan en los libros del cielo
inconfesos y sin perdón, serán vencidos por Satanás. Cuanto más