Página 180 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
a Bet-el. “Ellos entregaron a Jacob todos los dioses ajenos que tenían
en su poder y los zarcillos que llevaban en sus orejas, y Jacob los
escondió debajo de una encina que había junto a Siquem” Dios
infundió temor a los habitantes de aquel lugar, de modo que no
trataron de vengar la matanza de Siquem. Los viajeros llegaron a
Bet-el sin ser molestados. Allí volvió a aparecer el Señor a Jacob, y
le repitió la promesa del pacto.
En Bet-el, Jacob tuvo que llorar la pérdida de una persona que
había sido por mucho tiempo un miembro honrado de la familia de
su padre, Débora, la nodriza de Rebeca, que había acompañado a
su señora de Mesopotamia a la tierra de Canaán. La presencia de
esta anciana había sido para Jacob un precioso vínculo que lo había
mantenido unido a su juventud, y especialmente a su madre cuyo
cariño hacia él había sido tan fuerte y tierno. Débora fue sepultada
con tanto dolor que la encina bajo la cual se cavó su tumba, fue
llamada “la encina del llanto”. No debe olvidarse que el recuerdo,
tanto de esa vida consagrada a un servicio fiel como del luto por esta
amiga de la casa de Isaac, fue considerado digno de mencionarse en
la Palabra de Dios.
Desde Bet-el no había más que dos días de viaje hasta Hebrón;
pero en el trayecto Jacob experimentó un gran dolor por la muerte
de Raquel. Había servido por ella dos veces siete años, y su amor le
había hecho más llevadero el trabajo. La profundidad y constancia
de su cariño se manifestó más tarde, cuando Jacob estaba a punto
de morir en Egipto y José fue a visitarlo; en esa ocasión el anciano
patriarca, recordando su propia vida, dijo: “Cuando yo venía de
Padan-aram se me murió Raquel en la tierra de Canaán, en el camino,
como media legua antes de llegar a Efrata; y la sepulté allí, en el
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camino de Efrata, que es Belén”.
Génesis 48:7
. De toda la historia
de su familia durante su larga y penosa vida, solamente recordó la
pérdida de Raquel.
Antes de su muerte, Raquel dio a luz un segundo hijo. Al expirar,
llamó al niño Benoni; es decir, “hijo de mi dolor”. Pero su padre
lo llamó Benjamín, “hijo de la diestra”, o “mi fuerza”. Raquel fue
sepultada donde murió, y allí se erigió un monumento para perpetuar
su memoria.