Página 182 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

178
Historia de los Patriarcas y Profetas
Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá
la vida”. “No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el
reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está
en los cielos”.
Juan 3:36
;
Mateo 7:21
. Y en el Apocalipsis declara:
“Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol
de la vida y para entrar por las puertas en la ciudad”.
Apocalipsis
22:14
. En cuanto a la redención final del hombre, esta es la única
elección que nos enseña la Palabra de Dios.
Es elegida toda alma que luche por su propia salvación con temor
y temblor. Es elegido el que se ponga la armadura y pelee la buena
batalla de la fe. Es elegido el que vele en oración, el que escudriñe
las Escrituras, y huya de la tentación. Es elegido el que tenga fe
continuamente, y el que obedezca a cada palabra que sale de la
boca de Dios. Las
medidas
tomadas para la redención se ofrecen
gratuitamente a todos, pero los
resultados
de la redención serán
únicamente para los que hayan cumplido las condiciones.
Esaú había menospreciado las bendiciones del pacto. Había
preferido los bienes temporales a los espirituales, y obtuvo lo que
deseaba. Se separó del pueblo de Dios por su propia elección. Ja-
cob había escogido la herencia de la fe. Había tratado de lograrla
mediante la astucia, la traición y el engaño; pero Dios permitió que
su pecado produjera su corrección. Sin embargo, al través de todas
las experiencias amargas de sus años posteriores, Jacob no se desvió
nunca de su propósito, ni renunció a su elección. Había comprendido
que, al valerse de la capacidad y la astucia humanas para conseguir
la bendición, había obrado contra Dios.
De aquella lucha nocturna al lado del Jaboc, Jacob salió hecho
un hombre distinto. La confianza en sí mismo había desaparecido.
Desde entonces en adelante ya no manifestó su astucia anterior. En
vez de la hipocrecía y el engaño, los principios de su vida fueron la
sinceridad y la veracidad. Había aprendido a confiar con sencillez
en el brazo omnipotente; y en la prueba y la aflicción se sometió
humildemente a la voluntad de Dios. Los elementos más bajos de su
carácter habían sido consumidos en el horno, y el oro verdadero se
[186]
purificó, hasta que la fe de Abraham e Isaac apareció en Jacob con
toda nitidez.
El pecado de Jacob y la serie de sucesos que había acarreado no
dejaron de ejercer su influencia para el mal, y ella produjo amargo