Página 183 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El regreso a Canaán
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fruto en el carácter y la vida de sus hijos. Cuando estos hijos llegaron
a la adultez, cometieron graves faltas. Las consecuencias de la poli-
gamia se revelaron en la familia. Este terrible mal tiende a secar las
fuentes mismas del amor, y su influencia debilita los vínculos más
sagrados. Los celos de las varias madres habían amargado la relación
familiar; los niños eran contenciosos y contrarios a la dirección, y la
vida del padre fue nublada por la ansiedad y el dolor.
Sin embargo, hubo uno de carácter muy diferente; a saber, el
hijo mayor de Raquel, José, cuya rara hermosura personal no parecía
sino reflejar la hermosura de su espíritu y su corazón. Puro, activo y
alegre, el joven reveló también seriedad y firmeza moral. Escuchaba
las enseñanzas de su padre y se deleitaba en obedecer a Dios. Las
cualidades que lo distinguieron más tarde en Egipto, la benignidad,
la fidelidad y la veracidad, aparecían ya en su vida diaria. Habiendo
muerto su madre, sus afectos se aferraron más estrechamente a su
padre, y el corazón de Jacob estaba ligado a este hijo de su vejez.
“Amaba [...] a José mas que a todos sus hijos”.
Pero hasta este cariño había de ser motivo de pena y dolor. Inpru-
dentemente Jacob dejó ver su predilección por José, y esto motivó
los celos de sus demás hijos. Al ver José la mala conducta de sus
hermanos, se afligía mucho; se atrevió a reprenderlos suavemente,
pero esto despertó tanto más el odio y el resentimiento de ellos. A
José le era insufrible verlos pecar contra Dios, y expuso la situación
a su padre, esperando que su autoridad los indujera a enmendarse.
Jacob procuró cuidadosamente no provocar la ira de sus hijos
mediante la dureza o la severidad. Con profunda bondad expresó
su preocupación respecto a ellos, y les suplicó que respetaran sus
canas y no cubrieran de oprobio su nombre; y sobre todo, que no
deshonraran a Dios, menospreciando sus preceptos. Avergonzados
de que se conociera su maldad, los jóvenes parecían arrepentidos; lo
único que hicieron fue que ocultaron sus verdaderos sentimientos,
que se habían exacerbado por esta revelación de su pecado.
El imprudente regalo que Jacob hizo a José de una costosa túnica
como la que usaban las personas de distinción, les pareció otra
prueba de parcialidad, y suscitó la sospecha de que pensaba excluir
a los mayores para dar la primogenitura al hijo de Raquel.
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Su malicia aumentó aun más cuando el joven les contó un día un
sueño que había tenido. “Estábamos atando manojos en medio del