Página 184 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
campo, y mi manojo se levantaba y se quedaba derecho, y vuestros
manojos estaban alrededor y se inclinaban ante el mío”.
“¿Reinarás tú sobre nosotros, o dominarás sobre nosotros?”,
exclamaron sus hermanos llenos de envidiosa ira.
Poco después, tuvo otro sueño de semejante significado, que les
contó también: “He tenido otro sueño. Soñé que el sol, la luna y
once estrellas se inclinaban hacia mí”.
Génesis 37:9
. Este sueño se
interpretó tan pronto como el primero. El padre que estaba presente,
lo reprendió, diciendo: “¿Qué sueño es éste que soñaste? ¿Hemos
de venir yo y tu madre, y tus hermanos, a postrarnos a ti a tierra?”
No obstante la aparente severidad de estas palabras, Jacob creyó que
el Señor estaba revelando el porvenir a José.
En aquel momento en que el joven estaba delante de ellos, ilu-
minado su hermoso semblante por el Espíritu de la inspiración, sus
hermanos no pudieron reprimir su admiración; pero no quisieron
dejar sus malos caminos, y sintieron odio hacia la pureza que repren-
día sus pecados. El mismo espíritu que habitó en Caín, se encendió
en sus corazones.
Los hermanos estaban obligados a mudarse de un lugar a otro, a
fin de procurar pastos para sus ganados, y a veces quedaban ausen-
tes de casa durante meses. Después de los acontecimientos que se
acaban de narrar, se fueron al sitio que su padre había comprado en
Siquem. Pasó algún tiempo, sin noticia de ellos, y el padre empezó
a temer por su seguridad, a causa de la crueldad cometida antes con
los siquemitas. Mandó, pues, a José a buscarlos y a traerle noticias
respecto a su bienestar. Si Jacob hubiera conocido los verdaderos
sentimientos de sus hijos respecto a José, no le habría dejado solo
con ellos; pero estos los habían ocultado cuidadosamente.
Lleno de gozo José se despidió de su padre, y ni el anciano ni el
joven se imaginaban lo que habría de suceder antes de que se vieran
de nuevo. Cuando José, después de su largo y solitario viaje, llegó
a Siquem, sus hermanos y sus ganados no se encontraban allí. Al
preguntar por ellos, le dijeron que los buscase en Dotán. Ya había
viajado más de ochenta kilómetros y todavía le quedaban veinticinco
más; pero se apresuró, olvidando su cansancio, con el fin de mitigar
la preocupación de su padre y encontrar a sus hermanos, a quienes
amaba, a pesar de que eran duros de corazón con él.