Página 194 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
hallaremos a otro hombre como este, en quien esté el espíritu de
Dios?”, dijo el rey a sus consejeros.
Se decidió el nombramiento, y se le hizo este sorprendente anun-
ció a José: “Después de haberte dado a conocer Dios todo esto, no
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hay entendido ni sabio como tú. Tú estarás sobre mi casa y por tu
palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo
mayor que tú”. El rey procedió a investir a José con las insignias
de su elevada posición. “Entonces el faraón se quitó el anillo de su
mano y lo puso en la mano de José; lo hizo vestir de ropas de lino
finísimo y puso un collar de oro en su cuello. Lo hizo subir en su
segundo carro, y pregonaban delante de él: “¡Doblad la rodilla!””.
“Lo puso por señor de su casa, y por gobernador de todas sus
posesiones, para regir a sus grandes como él quisiera y enseñar a
sus ancianos sabiduría”.
Salmos 105:21, 22
. Desde el calabozo, José
fue exaltado a la posición de gobernante de toda la tierra de Egipto.
Era un puesto honorable; sin embargo, estaba lleno de dificultades
y riesgos. Uno no puede ocupar un puesto elevado sin exponerse
al peligro. Así como la tempestad deja incólume a la humilde flor
del valle mientras desarraiga al majestuoso árbol de la cumbre de la
montaña, así los que han mantenido su integridad en la vida humilde
pueden ser arrastrados al abismo por las tentaciones que acosan
al éxito y al honor mundanos. Pero el carácter de José soportó la
prueba tanto de la adversidad como de la prosperidad. Manifestó
en el palacio del faraón la misma fidelidad hacia Dios que había
demostrado en su celda de prisionero. Era aún extranjero en tierra
pagana, separado de su parentela que adoraba a Dios; pero creía
plenamente que la mano divina había guiado sus pasos, y confian-
do siempre en Dios, cumplía fielmente los deberes de su puesto.
Mediante José la atención del rey y de los grandes de Egipto fue
dirigida hacia el verdadero Dios; y a pesar de que siguieron unidos
a la idolatría, aprendieron a respetar los principios revelados en la
vida y el carácter del adorador de Jehová.
¿Cómo pudo José dar tal ejemplo de firmeza de carácter, rectitud
y sabiduría? En sus primeros años había seguido el deber antes que
su inclinación; y la integridad, la confianza sencilla y la disposi-
ción noble del joven fructificaron en las acciones del hombre. Una
vida sencilla y pura había favorecido el desarrollo vigoroso de las
facultades tanto físicas como intelectuales. La comunión con Dios