Página 210 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
dio de ellos en su lecho de muerte no fue expresión de parcialidad
ni resentimiento. Había perdonado a todos, y los amó a todos hasta
el fin. Su ternura paternal se habría expresado en palabras de ánimo
y de esperanza; pero el poder de Dios se posó sobre él, y bajo la
influencia de la inspiración fue constreñido a declarar la verdad, por
penosa que fuera.
Una vez pronunciadas las últimas bendiciones, Jacob repitió el
encargo referente al sitio de su entierro: “Voy a ser reunido con mi
pueblo. Sepultadme con mis padres [...] en la cueva que está en
el campo de Macpela [...]. Allí sepultaron a Abraham y a Sara, su
mujer; allí sepultaron a Isaac y a Rebeca, su mujer; allí también
sepulté yo a Lea”. De esta manera el último acto de su vida fue
manifestar su fe en la promesa de Dios.
Los últimos años de Jacob le proporcionaron un atardecer tran-
quilo y descansado después de un inquieto y fatigoso día. Se habían
juntado obcuras nubes sobre su camino; sin embargo, la puesta de
su sol fue clara, y el fulgor del cielo iluminó la hora de su partida.
Dice la Escritura: “Al tiempo de la tarde habrá luz”. “Considera al
íntegro, y mira al justo: que la postrimería de cada uno de ellos es
paz”.
Zacarías 14:7
;
Salmos 37:37
.
Jacob había pecado, y había sufrido hondamente. Había tenido
que pasar muchos años de trabajo, cuidado y dolor desde el día en
que su gran pecado lo obligó a huir de las tiendas de su padre.
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Había sido fugitivo sin hogar, separado de su madre a quien
nunca volvió a ver; trabajó siete años por la que amó, solamente
para ser vilmente defraudado; trabajó veinte años al servicio de un
pariente codicioso y rapaz; vio aumentar su riqueza y crecer a sus
hijos en su derredor, pero halló poco regocijo en su contenciosa y
dividida familia; se sintió dolorido por la vergüenza de su hija, por
la venganza de los hermanos de esta, por la muerte de Raquel, por
el monstruoso delito de Rubén, por el pecado de Judá, por el cruel
engaño y la malicia perpetrada contra José. ¡Cuán negra y larga
es la lista de iniquidades expuestas a la vista! Vez tras vez había
cosechado el fruto de aquella primera mala acción. Vez tras vez vio
repetidos entre sus hijos los pecados de los cuales él mismo había
sido culpable. Pero aunque la disciplina había sido amarga, había
cumplido su obra. El castigo, aunque doloroso, había producido el
“fruto apacible de justicia”.
Hebreos 12:11
.