Página 212 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
diciendo: “Así diréis a José: ‘Te ruego que perdones ahora la maldad
de tus hermanos y su pecado, porque te trataron mal’”; por eso, ahora
te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu
padre”. Este mensaje conmovió a José y le hizo derramar lágrimas,
así que, animados por esto, sus hermanos fueron y se postraron
ante él, diciéndole: “Aquí nos tienes. Somos tus esclavos”. El amor
de José hacia sus hermanos era profundo y desinteresado, y sintió
dolor ante la idea de que le creyeran capaz de abrigar un espíritu
vengativo contra ellos. “No temáis, pues ¿acaso estoy yo en lugar
de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a
bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener con vida a mucha
gente. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y
a vuestros hijos”.
Génesis 50:19-21
.
La vida de José ilustra la vida de Cristo. Fue la envidia la que
impulsó a los hermanos de José a venderlo como esclavo. Esperaban
impedir que llegara a ser superior a ellos. Y cuando fue llevado a
Egipto, se vanagloriaron de que ya no serían molestados con sus
sueños y de que habían eliminado toda posibilidad de que estos
se cumplieran. Pero su proceder fue contrarrestado por Dios y él
lo hizo servir para cumplir el mismo acontecimiento que trataban
de impedir. De la misma manera los sacerdotes y dirigentes judíos
sintieron celos de Cristo y temieron que desviaría de ellos la atención
del pueblo. Le dieron muerte para impedir que llegara a ser rey, pero
al obrar así provocaron ese mismo resultado.
Mediante su servidumbre en Egipto, José se convirtió en el sal-
vador de la familia de su padre. No obstante, este hecho no aminoró
la culpa de sus hermanos. Asimismo la crucifixión de Cristo por sus
enemigos lo hizo Redentor de la humanidad, Salvador de la raza
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perdida y soberano de todo el mundo; pero el crimen de sus asesinos
fue tan execrable como si la mano providencial de Dios no hubiera
dirigido los acontecimientos para su propia gloria y para bien de los
hombres.
Así como José fue vendido a los paganos por sus propios her-
manos, Cristo fue vendido a sus enemigos más enconados por uno
de sus discípulos. José fue acusado falsamente y arrojado en una
prisión por su virtud; asimismo Cristo fue menospreciado y rechaza-
do porque su vida recta y abnegada reprendía el pecado; y aunque
no fue culpable de mal alguno, fue condenado por el testimonio