Página 217 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Moisés
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postrarse y orar al Dios viviente, el único que podía oírlo y ayudarlo
en cualquier emergencia.
La madre retuvo a Moisés tanto tiempo como pudo, pero se vio
obligada a entregarlo cuando tenía como doce años de edad. De su
humilde cabaña fue llevado al palacio real, y la hija del faraón lo
prohijó. Pero en Moisés no se borraron las impresiones que había re-
cibido en su niñez. No podía olvidar las lecciones que aprendió junto
a su madre. Le fueron un escudo contra el orgullo, la incredulidad y
los vicios que florecían en medio del esplendor de la corte.
¡Cuán grande había sido en sus resultados la influencia de aquella
mujer hebrea, a pesar de ser una esclava desterrada! Toda la vida de
Moisés y la gran misión que cumplió como caudillo de Israel dan
fe de la importancia de la obra de una madre piadosa. Ninguna otra
tarea se puede igualar a esta. En un grado sumo, la madre modela
con sus manos el destino de sus hijos. Influye en las mentes y los
caracteres, y trabaja no solamente para el presente sino también para
la eternidad. Siembra la semilla que germinará y dará fruto, ya sea
para bien o para mal. La madre no tiene que pintar una forma bella
sobre un lienzo, ni cincelarla en un mármol, sino que tiene que grabar
la imagen divina en el alma humana. Muy especialmente durante
los años tiernos de los hijos, descansa sobre ella la responsabilidad
de formar su carácter. Las impresiones que en ese tiempo se hacen
sobre sus mentes que están en proceso de desarrollo, permanecerán
a través de toda su vida. Los padres deben dirigir la instrucción y
la educación de sus hijos mientras son niños, con el propósito de
que sean piadosos. Son puestos bajo nuestro cuidado para que los
eduquemos, no como herederos del trono de un imperio terrenal,
sino como reyes para Dios, que han de reinar al través de las edades
eternas.
Toda madre debe comprender que su tiempo no tiene precio; su
obra ha de probarse en el solemne día de la rendición de cuentas.
Entonces se hallará que muchos fracasos y crímenes de los hombres
y mujeres fueron resultado de la ignorancia y negligencia de quienes
debieron haber guiado sus pies infantiles por el camino recto. Enton-
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ces se hallará que muchos de los que beneficiaron al mundo con la
luz del genio, la verdad y santidad, recibieron de una madre cristiana
y piadosa los principios que fueron la fuente de su influencia y éxito.