Página 218 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
En la corte del faraón, Moisés recibió la más alta educación civil
y militar. El monarca había decidido hacer de su nieto adoptivo el
sucesor del trono, y el joven fue educado para esa alta posición.
“Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios; y era
poderoso en sus palabras y obras”.
Hechos 7:22
. Su capacidad como
caudillo militar lo convirtió en el favorito del ejército egipcio, y la
mayoría lo consideraba como un personaje notable. Satanás había
sido derrotado en sus propósitos. El mismo decreto que condenaba
a muerte a los niños hebreos había sido usado por Dios para educar
y adiestrar al futuro caudillo de su pueblo.
A los ancianos de Israel les comunicaron los ángeles que la
época de su liberación se acercaba, y que Moisés era el hombre
que Dios emplearía para realizar esta obra. Los ángeles también
instruyeron a Moisés, diciéndole que Jehová lo había elegido para
poner fin a la servidumbre de su pueblo. Suponiendo Moisés que
los hebreos habían de obtener su libertad mediante la fuerza de
las armas, esperaba dirigir los ejércitos hebreos contra los ejércitos
egipcios, y teniendo esto en cuenta, fue cuidadoso con sus afectos,
para evitar que por apego a su madre adoptiva o al faraón no se
sintiera libre para hacer la voluntad de Dios.
De conformidad con las leyes de Egipto, todos los que ocupaban
el trono de los faraones debían llegar a ser miembros de la casta
sacerdotal: y Moisés, como presunto heredero debía ser iniciado
en los misterios de la religión nacional. Se responsabilizó de esto
a los sacerdotes. Pero aunque era celoso e incansable estudiante,
no pudieron inducirlo a la adoración de los dioses. Fue amenazado
con perder la corona, y se le advirtió de que sería desheredado por
la princesa si insistía en su apego a la fe hebrea. Pero permaneció
inconmovible en su determinación de no rendir homenaje a otro
Dios que no sea el Creador del cielo y de la tierra. Razonó con los
sacerdotes y los adoradores de los dioses egipcios, mostrándoles la
insensatez de su veneración supersticiosa hacia objetos inanimados.
Nadie pudo refutar sus argumentos o cambiar su propósito; sin
embargo, por un tiempo su firmeza fue tolerada a causa de su elevada
posición, y por el favor que le dispensaban tanto el rey como el
pueblo.
“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la
hija del faraón, prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios,
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