Página 219 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Moisés
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antes que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por
mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de los egipcios,
porque tenía puesta la mirada en la recompensa”.
Hebreos 11:24-
26
. Moisés estaba capacitado para destacarse entre los grandes de
la tierra, para brillar en las cortes del reino más glorioso, y para
empuñar el cetro de su poder. Su grandeza intelectual lo distingue
entre los grandes de todas las edades, y no tiene par como historiador,
poeta, filósofo, general y legislador. Con el mundo a su alcance, tuvo
fuerza moral para rehusar las halagüeñas perspectivas de riqueza,
grandeza y fama, “prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios,
antes que gozar de los deleites temporales del pecado”.
Moisés había sido instruido tocante al galardón final que será
dado a los humildes y obedientes siervos de Dios, y en comparación
con el cual la ganancia mundanal se hundía en su propia insignifican-
cia. El magnífico palacio del faraón y el trono del monarca fueron
ofrecidos a Moisés para seducirlo; pero él sabía que los placeres
pecaminosos que hacen a los hombres olvidarse de Dios imperaban
en sus cortes señoriales. Vio más allá del esplendoroso palacio, más
allá de la corona de un monarca, los altos honores que se otorgarán a
los santos del Altísimo en un reino que no tendrá mancha de pecado.
Vio por la fe una corona imperecedera que el Rey del cielo colocará
en la frente del vencedor. Esta fe lo indujo a apartarse de los señores
de esta tierra, y a unirse con la nación humilde, pobre y despreciada
que había preferido obedecer a Dios antes que servir al pecado.
Moisés permaneció en la corte hasta los cuarenta años de edad.
Con frecuencia pensaba en la abyecta condición de su pueblo, y
visitaba a sus hermanos sujetos a servidumbre, y los animaba con la
seguridad de que Dios obraría su liberación. A menudo, provocado
al resentimiento por las escenas de injusticia y opresión que veía,
anhelaba vengar sus males. Un día, en una de sus visitas, al ver
que un egipcio golpeaba a un israelita, se arrojó sobre aquel y lo
mató. No hubo testigos del hecho, excepto el israelita, y Moisés
sepultó inmediatamente el cuerpo en la arena. Habiendo demostrado
que estaba listo para apoyar la causa de su pueblo, esperaba verlo
levantarse para recobrar su libertad. “Él pensaba que sus hermanos
comprendían que Dios les daría libertad por mano suya, pero ellos no
lo habían entendido así”.
Hechos 7:25
. Aun no estaban preparados
para la libertad.