Página 22 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Al principio Lucifer había encauzado sus tentaciones de tal ma-
nera que él mismo no se comprometía. A los ángeles a quienes no
pudo atraer completamente a su lado los acusó de ser indiferentes a
los intereses de los seres celestiales. Acusó a los ángeles leales de
estar haciendo precisamente la misma labor que él hacía. Su política
era confundirlos con argumentos sutiles sobre los designios de Dios.
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Cubría de misterio todo lo sencillo, y por medio de astuta perversión
ponía en duda las declaraciones más claras de Jehová. Y su elevada
posición, tan íntimamente relacionada con el gobierno divino, daba
mayor fuerza a sus pretensiones.
Dios podía emplear únicamente aquellos medios que fueran
compatibles con la verdad y la justicia. Satanás podía valerse de
medios que Dios no podía usar: la lisonja y el engaño. Había pro-
curado falsear la palabra de Dios, y había tergiversado el plan de
gobierno divino, alegando que el Creador no actuaba con justicia al
imponer leyes a los ángeles; que al exigir sumisión y obediencia de
sus criaturas, buscaba solamente su propia exaltación. Por lo tanto,
era necesario demostrar ante los habitantes del cielo y de todos los
mundos que el gobierno de Dios es justo y su ley perfecta. Satanás
había fingido que procuraba fomentar el bien del universo. El ver-
dadero carácter del usurpador, y su verdadero objetivo, debían ser
comprendidos por todos. Debía dársele tiempo suficiente para que
se revelara por medio de sus propias obras inicuas.
La discordia que su proceder había causado en el cielo, Satanás
la atribuía al gobierno de Dios. Todo lo malo, decía, era resultado de
la administración divina. Alegaba que su propósito era mejorar los
estatutos de Jehová. Por consiguiente, Dios le permitió demostrar
la naturaleza de sus pretensiones para que se viera el resultado de
los cambios que él proponía hacer en la ley divina. Su propia labor
había de condenarle. Satanás había dicho desde el principio que
no estaba en rebeldía. El universo entero había de ver al engañador
desenmascarado.
Aun cuando Satanás fue arrojado del cielo, la Sabiduría infinita
no lo aniquiló. Puesto que solo el servicio inspirado por el amor pue-
de ser aceptable para Dios, la lealtad de sus criaturas debe basarse
en la convicción de que es justo y misericordioso. Por no estar los
habitantes del cielo y de los mundos preparados para entender la na-
turaleza o las consecuencias del pecado, no podrían haber discernido