Página 221 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Moisés
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la Sabiduría infinita determinó que el que había de ser el caudillo de
su pueblo debía pasar cuarenta años haciendo el humilde trabajo de
pastor. Así desarrolló hábitos de cuidado atento, olvido de sí mismo
y tierna solicitud por su rebaño, que lo prepararon para ser el com-
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pasivo y paciente pastor de Israel. Ninguna ventaja que la educación
o la cultura humanas pudiesen otorgar, podría haber sustituido a esta
experiencia.
Moisés había aprendido muchas cosas que debía olvidar. Las
influencias que lo habían rodeado en Egipto, el amor a su madre
adoptiva, su elevada posición como nieto del rey, el libertinaje que
reinaba por todo lugar, el refinamiento, la sutileza y el misticismo
de una falsa religión, el esplendor del culto idólatra, la solemne
grandeza de la arquitectura y de la escultura; todo esto había dejado
una profunda impresión en su mente entonces en desarrollo, y hasta
cierto punto había amoldado sus hábitos y su carácter. El tiempo,
el cambio de ambiente y la comunión con Dios podían hacer des-
aparecer estas impresiones. Exigiría de parte de Moisés mismo casi
una lucha a muerte renunciar al error y aceptar la verdad; pero Dios
sería su ayudador cuando el conflicto fuera demasiado severo para
sus fuerzas humanas.
En todos los escogidos por Dios para llevar a cabo alguna obra
para él, se notó el elemento humano. Sin embargo, no fueron per-
sonas de hábitos y caracteres estereotipados, que se conformaran
con permanecer en esa condición. Deseaban fervorosamente obtener
sabiduría de Dios, y aprender a servirle. Dice el apóstol: “Si alguno
de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos
abundantemente y sin reproche, y le será dada”.
Santiago 1:5
. Pero
Dios no dará luz divina al hombre mientras este se halle contento
con permanecer en las tinieblas. Para recibir ayuda de Dios, el hom-
bre debe reconocer su debilidad y deficiencia; debe esforzarse por
realizar el gran cambio que ha de verificarse en él; debe comprender
el valor de la oración y del esfuerzo perseverantes. Los malos hábitos
y costumbres deben desterrarse; y solamente mediante un decidido
esfuerzo por corregir estos errores y someterse a los sanos principios,
se puede alcanzar la victoria. Muchos no llegan a la posición que
podrían ocupar porque esperan que Dios haga por ellos lo que él
les ha dado poder para hacer por sí mismos. Todos los que están
capacitados para ser de utilidad deben ser educados mediante la más