Página 223 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Moisés
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ver esa maravillosa escena, cuando una voz procedente de las llamas
le llamó por su nombre. Con labios temblorosos contestó: “Heme
aquí”. Se le amonestó a no acercarse irreverentemente: “quita el
calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
[...] Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac
y el Dios de Jacob”. Era el que, como Ángel del pacto, se había
revelado a los padres en épocas pasadas. “Entonces Moisés cubrió
su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios”.
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La humildad y la reverencia deben caracterizar el comporta-
miento de todos los que se acercan a la presencia de Dios. En el
nombre de Jesús podemos acercarnos a él con confianza, pero no
debemos hacerlo con la osadía de la presunción, como si el Señor
estuviera al mismo nivel que nosotros. Algunos se dirigen al Dios
grande, todopoderoso y santo, que habita en luz inaccesible, como
si se dirigieran a un igual o a un inferior. Hay quienes se comportan
en la casa de Dios como no se atreverían a hacerlo en la sala de
audiencias de un soberano terrenal. Estas personas deben recordar
que están ante la vista de Aquel a quien los serafines adoran, y ante
quien los ángeles cubren su rostro. A Dios se le debe reverenciar
grandemente; todo el que verdaderamente reconozca su presencia se
inclinará humildemente ante él, y como Jacob cuando contempló la
visión de Dios, exclamará: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra
cosa que casa de Dios, y puerta del cielo”.
Génesis 28:17
.
Mientras Moisés esperaba ante Dios con reverente temor, las
palabras continuaron: “Dijo luego Jehová: “Bien he visto la aflicción
de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus
opresores, pues he conocido sus angustias. Por eso he descendido
para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a
una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel [...]. El
clamor, pues, de los hijos de Israel ha llegado ante mí, y también he
visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto,
ahora, y te enviaré al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo,
a los hijos de Israel””.
Sorprendido y asustado por este mandato, Moisés retrocedió y
dijo: “¿Quién soy yo, para que vaya al faraón, y saque de Egipto
a los hijos de Israel?” La respuesta fué: “Yo estaré contigo; y esto
te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de
Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte”.