Página 239 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

Las plagas de Egipto
235
La tormenta llegó según lo predicho: truenos, granizo y fuego
mezclados, “tan grande cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto
desde que fue habitada. Aquel granizo hirió en toda la tierra de
Egipto todo lo que estaba en el campo, así hombres como bestias;
también destrozó el granizo toda la hierba del campo, y desgajó
todos los árboles del país”. La ruina y la desolación marcaron la
senda del ángel destructor. Únicamente se salvó la región de Gosén.
Se demostró a los egipcios que la tierra está bajo el dominio del Dios
[244]
viviente, que los elementos responden a su voz, y que la verdadera
seguridad está en obedecerlo.
Todo Egipto tembló ante el tremendo juicio divino. El faraón
llamó aprisa a los dos hermanos y dijo: “He pecado esta vez; Jehová
es justo, y yo y mi pueblo impíos. Orad a Jehová para que cesen los
truenos de Dios y el granizo. Yo os dejaré ir; y no os detendréis más.
Moisés le respondió: “Tan pronto salga yo de la ciudad, extenderé
mis manos a Jehová; los truenos cesarán y no habrá más granizo,
para que sepas que de Jehová es la tierra. Pero yo sé que ni tú ni tus
siervos temeréis todavía la presencia de Jehová Dios””.
Moisés sabía que la lucha aun no había terminado. Las confesio-
nes del faraón así como sus promesas no eran efecto de un cambio
radical en su mente o en su corazón, sino que eran arrancadas por
el terror y la angustia. No obstante, Moisés prometió responder a
su súplica, pues no deseaba darle oportunidad de continuar en su
terquedad. El profeta, sin hacer caso de la furia de la tempestad, salió
y el faraón y todo su séquito fueron testigos del poder de Jehová
para preservar a su mensajero. Cuando salió de la ciudad, Moisés
“extendió sus manos a Jehová, y cesaron los truenos y el granizo,
y la lluvia no cayó más sobre la tierra”. Pero tan pronto como el
rey se hubo tranquilizado de sus temores, su corazón volvió a su
perversidad.
Entonces el Señor dijo a Moisés: “Entra a la presencia del faraón,
porque yo he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos,
para mostrar entre ellos estas mis señales, para que cuentes a tus
hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto y las señales que
hice entre ellos, y así sepáis que yo soy Jehová”.
El Señor estaba manifestando su poder, para afirmar la fe de
Israel en él como único Dios verdadero y viviente. Daría inequívocas
pruebas de la diferencia que hacia entre ellos y los egipcios, y haría