La Pascua
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animales. Míos serán”.
Números 3:13
. Después de la institución
del culto en el tabernáculo, el Señor escogió la tribu de Leví para
construir el santuario, en vez de los primogénitos de Israel. Dijo:
“Me son dedicados a mí los levitas de entre los hijos de Israel, en
lugar de todo primer nacido; los he tomado para mí en lugar de
los primogénitos de todos los hijos de Israel”.
Números 8:16
. Sin
embargo, todo el pueblo debía pagar, en reconocimiento de la gracia
de Dios, un precio por el rescate del primogénito.
Números 18:15,
16
.
La Pascua sería una fiesta tanto conmemorativa como simbólica.
No solo recordaría la liberación de Israel, sino que también señalaría
la más grande liberación que Cristo habría de realizar para libertar
a su pueblo de la servidumbre del pecado. El cordero del sacrifi-
cio representa al “Cordero de Dios”, en quien reside nuestra única
esperanza de salvación. Dice el apóstol: “Nuestra Pascua, que es
Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”.
1 Corintios 5:7
. No bastaba
con la muerte de el cordero pascual; había que rociar con su sangre
los postes de las puertas, como los méritos de la de Cristo deben
aplicarse al alma. Debemos creer, no solo que él murió por el mundo,
sino que murió por cada uno individualmente. Debemos apropiarnos
de los beneficios del sacrificio expiatorio.
El hisopo usado para rociar la sangre era un símbolo de la purifi-
cación. Se usaba para la limpieza del leproso y de quienes estaban
inmundos por su contacto con los muertos. Se ve su significado
también en la oración del salmista: “Purifícame con hisopo y seré
limpio; lávame y seré más blanco que la nieve”.
Salmos 51:7
.
El cordero había de prepararse entero, sin quebrar ninguno de
sus huesos. De igual manera, ni un solo hueso había de quebrarse
del Cordero de Dios, que iba a morir por nosotros.
Éxodo 12:46
;
Juan 19:36
. De este modo también se representaba la plenitud del
sacrificio de Cristo.
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La carne debía comerse. Para alcanzar el perdón de nuestro
pecado, no basta creer en Cristo; por medio de su Palabra debemos
recibir por fe constantemente su fuerza y su alimento espiritual.
Cristo dijo: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y bebéis
su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe
mi sangre, tiene vida eterna”. Y para explicar lo que quería decir,