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Historia de los Patriarcas y Profetas
pensar en el espantoso golpe que caería aquella noche. Pero a ningún
hogar de Israel llegó el ángel exterminador. La señal de la sangre,
garantía de la protección del Salvador, estaba sobre sus puertas, y el
exterminador no entró.
A la medianoche hubo “un gran clamor en Egipto, porque no
había casa donde no hubiera un muerto”. Todos los primogénitos de
la tierra, “desde el primogénito del faraón que se sentaba sobre su
trono, hasta el primogénito del cautivo que estaba en la cárcel, y todo
primogénito de los animales” (
Éxodo 12:29-33
), fueron asesinados
por el ángel exterminador. A través del vasto reino de Egipto, el
orgullo de toda casa había sido humillado. Los gritos y gemidos de
los dolientes llenaban los aires. El rey y los cortesanos, con rostros
pálidos y piernas temblorosas, estaban aterrados por el horror preva-
leciente. El faraón recordó entonces que una vez había exclamado:
“¿Quién es Jehová para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no
conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel”.
Éxodo 5:2
. Ahora,
su orgullo, que una vez osara levantarse contra el cielo, estaba humi-
llado hasta el polvo; “hizo llamar a Moisés y a Aarón de noche, y les
dijo: “Salid de en medio de mi pueblo vosotros y los hijos de Israel,
e id a servir a Jehová, como habéis dicho. Tomad también vuestras
ovejas y vuestras vacas, como habéis dicho, e idos; y bendecidme
también a mí. “Los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a
echarlos de la tierra, porque decían: “Todos moriremos””. También
los consejeros reales y el pueblo suplicaron a los israelitas que se
fueran de la tierra, “porque decían: “Todos somos muertos””.
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