Página 250 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
esto saldrán con gran riqueza”.
Génesis 15:13, 14
;
véase el Apéndice,
nota 6
>
. Se habían cumplido los cuatrocientos años. “En aquel
mismo día sacó Jehová a los hijos de Israel de la tierra de Egipto
por grupos”.
Éxodo 12:40, 41, 51
. Al salir de Egipto los israelitas
llevaron consigo un precioso legado: los huesos de José (véase
Éxodo 13
), que habían esperado por tanto tiempo el cumplimiento de
la promesa de Dios, y que durante los tenebrosos años de esclavitud
habían servido a manera de recordatorio que anunciaba la liberación
de los israelitas.
En vez de seguir la ruta directa hacia Canaán, que pasaba por el
país de los filisteos, el Señor los dirigió hacia el sur, hacia las orillas
del mar Rojo. “Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la
guerra, y regrese a Egipto”. Si hubieran tratado de pasar por Filistea,
habrían encontrado oposición, pues los filisteos, considerándolos co-
mo esclavos que huían de sus amos, no habrían vacilado en hacerles
la guerra. Los israelitas no estaban preparados para un encuentro
con aquel pueblo fuerte y belicoso. Tenían un conocimiento muy
limitado de Dios y muy poca fe en él, y se habrían aterrorizado y
desanimado. Carecían de armas y no estaban habituados a la guerra;
tenían el espíritu deprimido por su prolongada servidumbre, y se
hallaban impedidos por las mujeres y los niños, los rebaños y las
manadas. Al dirigirlos por la ruta del Mar Rojo, el Señor se reveló
como un Dios compasivo y juicioso.
“Partieron de Sucot y acamparon en Etam, a la entrada del de-
sierto. Jehová iba delante de ellos, de día en una columna de nube
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para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego
para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche. Nunca
se apartó del pueblo la columna de nube durante el día, ni la columna
de fuego durante la noche”. El salmista dice: “Extendió una nube
por cubierta, y fuego para alumbrar la noche”.
Salmos 105:39
; véase
también
1 Corintios 10:1, 2
. El estandarte de su invisible caudillo
estaba siempre con ellos. Durante el día la nube dirigía su camino, o
se extendía como una cortina sobre la hueste. Servía de protección
contra el calcinante sol, y con su sombra y humedad daba grata
frescura en el acalorado y sediento desierto. En la noche se conver-
tía en una columna de fuego, que iluminaba el campamento, y les
aseguraba constantemente que la presencia divina estaba con ellos.