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Historia de los Patriarcas y Profetas
de luz y gloria, como la que rodea a los ángeles. Mientras vivieron
obedeciendo a Dios, esta vestimenta de luz continuó revistiéndolos.
Después de la creación de Adán, toda criatura viviente fue traída
ante su presencia para recibir un nombre; vio que a cada uno se le
había dado una compañera, pero entre todos ellos no había “ayuda
idónea para él”. Entre todas las criaturas que Dios había creado en
la tierra, no había ninguna igual al hombre. “Después dijo Jehová
Dios: “No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea
para él””.
Génesis 2:18
. El hombre no fue creado para vivir en
la soledad; debía tener una naturaleza sociable. Sin compañía, las
bellas escenas y las encantadoras ocupaciones del Edén no habrían
podido proporcionarle perfecta felicidad. Aun la comunión con los
ángeles no podría satisfacer su deseo de amor y compañía. No existía
nadie de la misma naturaleza y forma a quien amar y de quien ser
amado.
Dios mismo dio a Adán una compañera. Le proveyó de una
“ayuda idónea para él”, alguien que realmente le correspondía, una
persona digna y apropiada para ser su compañera y que podría ser
una sola cosa con él en amor y compañerismo. Eva fue creada de una
costilla tomada del costado de Adán; este hecho significa que ella
no debía dominarle como cabeza, ni tampoco debía ser humillada y
hollada bajo sus pies como un ser inferior, sino que más bien debía
estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida por él.
Siendo parte del hombre, hueso de sus huesos y carne de su carne,
era ella su segundo yo; y quedaba en evidencia la unión íntima y
afectuosa que debía existir en esta relación. “Pues nadie odió jamás
a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida”. “Por tanto dejará
el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una
sola carne”.
Efesios 5:29
;
Génesis 2:24
.
Dios celebró la primera boda. De manera que la institución del
matrimonio tiene como su autor al Creador del universo. “Honroso
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es en todos el matrimonio”.
Hebreos 13:4
. Fue una de las primeras
dádivas de Dios al hombre, y es una de las dos instituciones que,
después de la caída, llevó Adán consigo al salir del paraíso. Cuando
se reconocen y obedecen los principios divinos en esta materia, el
matrimonio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza
de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su
naturaleza física, intelectual y moral.