Página 261 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Del Mar Rojo al Sinaí
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para ver las muchas bendiciones que demandan su gratitud. Los
obstáculos que encuentran, en vez de guiarlos a buscar la ayuda de
Dios, única fuente de fortaleza, los separan de él, porque despiertan
inquietud y quejas.
¿Hacemos bien en ser tan incrédulos? ¿Por qué somos ingratos y
desconfiados? Jesús es nuestro amigo; todo el cielo está interesado
en nuestro bienestar; y nuestra ansiedad y temor apesadumbran al
Santo Espíritu de Dios. No debemos abandonarnos a la ansiedad
que nos irrita y desgasta, y que en nada nos ayuda a soportar las
pruebas. No debe darse lugar a esa desconfianza en Dios que nos
lleva a hacer de la preparación para las necesidades futuras el objeto
principal de la vida, como si nuestra felicidad dependiera de las
cosas terrenales. No es voluntad de Dios que su pueblo esté cargado
de preocupaciones. Pero nuestro Señor no nos dice que no habrá
peligros en nuestro camino. No es su propósito sacar a su pueblo
del mundo de pecado e iniquidad, sino que nos indica un refugio
siempre seguro. Invita a los cansados y agobiados: “Venid a mí todos
los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”.
Mateo
11:28
. Deponed el yugo de la ansiedad y de las preocupaciones
mundanales que habéis colocado sobre vuestra cabeza, y “llevad mi
yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas”.
Vers. 29
.
Podemos encontrar descanso y paz en Dios, “echando toda nuestra
ansiedad en él, porque él tiene cuidado de nosotros”.
1 Pedro 5:7
.
Dice el apóstol Pablo: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno
de vosotros corazón tan malo e incrédulo que se aparte del Dios
vivo”.
Hebreos 3:12
. En vista de todo lo que Dios ha hecho por
nosotros, nuestra fe debe ser fuerte, activa y duradera. En vez de
murmurar y quejarnos, el lenguaje de nuestros corazones debe ser:
“Bendice, alma mía, a Jehová; y bendigan todo mi ser su santo
nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus
beneficios”.
Salmos 103:1, 2
.
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Dios no había olvidado las necesidades de Israel. Dijo a Moisés:
“Yo os haré llover pan del cielo”. Y mandó al pueblo recoger una
provisión diaria, y doble cantidad el día sexto, para que se cumpliera
la observancia sagrada del sábado.
Moisés aseguró a la congregación que sus necesidades serían
satisfechas: “Jehová os dará por la tarde carne para comer, y por