Página 265 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Del Mar Rojo al Sinaí
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La columna de nube que los dirigía, esconder un terrible misterio.
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Y Moisés, ¿quién era él?, preguntaban, ¿y cuál sería su objetivo
al sacarlos de Egipto? La sospecha y la desconfianza llenaron sus
corazones, y osadamente lo acusaron de planificar matarlos a ellos
y a sus hijos mediante privaciones y penurias, con el objeto de
enriquecerse con los bienes de ellos. En la confusión de la ira y
la indignación que los dominó, estuvieron a punto de apedrear a
Moisés.
Angustiado, Moisés clamó al Señor: “¿Qué haré con este pue-
blo?” Se le dijo que, llevando la vara con que había hecho milagros
en Egipto, y acompañado de los ancianos, se presentara ante el pue-
blo. Y el Señor le dijo: “Allí yo estaré ante ti sobre la peña, en
Horeb; golpearás la peña, y saldrán de ella aguas para que beba
el pueblo”. Moisés obedeció y brotaron las aguas en una corriente
viva que proporcionó agua en abundancia a todo el campamento.
En lugar de mandar a Moisés que levantara su vara para traer sobre
los promotores de aquella inicua murmuración alguna terrible plaga
como las de Egipto, el Señor, en su gran misericordia, usó la vara
como instrumento de liberación.
“Hendió las peñas en el desierto y les dio a beber como de
grandes abismos, pues sacó de la peña corrientes e hizo descender
aguas como ríos”.
Salmos 78:15, 16
. Moisés hirió la peña, pero fue
el Hijo de Dios el que, escondido en la columna de nube, estaba
junto a Moisés e hizo brotar las vivificadoras corrientes de agua. No
solo Moisés y los ancianos, sino también toda la multitud que estaba
de pie a lo lejos, presenciaron la gloria del Señor; pero si se hubiera
apartado la columna de nube, habrían perecido a causa del terrible
fulgor de Aquel que estaba en ella.
La sed llevó al pueblo a tentar a Dios, diciendo: “¿Está, pues,
Jehová entre nosotros, o no?” Si el Señor nos ha traído aquí, ¿por
qué no nos da el agua como nos da el pan? Al manifestarse de esa
manera, aquella era una incredulidad criminal, y Moisés temió que
los juicios de Dios cayeran sobre el pueblo. Y como recuerdo de ese
pecado llamó a aquel sitio: Masa, “tentación”, y Meriba, “rencilla”.
Un nuevo peligro los amenazaba ahora. A causa de su mur-
muración contra el Señor, él permitió que fueran atacados por sus
enemigos. Los amalecitas, tribu feroz y guerrera que habitaba aquella
región, salió contra ellos, y atacó a los que, desfallecidos y cansa-