Página 271 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La ley dada a Israel
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tercer día, porque al tercer día Jehová descenderá a la vista de todo
el pueblo sobre el monte Sinaí”. Durante esos días, todos debían
dedicar su tiempo a prepararse solemnemente para aparecer ante
Dios. Sus corazones y sus ropas debían estar libres de toda impureza.
Y cuando Moisés les señalara sus pecados, ellos debían humillarse,
ayunar y orar, para que sus corazones pudieran ser limpiados de
iniquidad.
Se hicieron los preparativos conforme al mandato; y obede-
ciendo otra orden posterior, Moisés mandó a colocar una barrera
alrededor del monte, para que ni las personas ni las bestias entraran
al sagrado recinto. Quien se atreviera siquiera a tocarlo, moriría
instantáneamente.
A la mañana del tercer día, cuando los ojos de todo el pueblo
estaban sobre el monte, la cúspide se cubrió de una espesa nube,
que se hacía más negra y más densa, y descendió hasta que toda
la montaña quedó envuelta en tinieblas y en pavoroso misterio.
Entonces se escuchó un sonido como de trompeta, que llamaba al
pueblo a encontrarse con Dios; y Moisés los condujo hasta el pie del
monte. De la gran oscuridad surgían vívidos relámpagos, mientras
el fragor de los truenos retumbaba en las alturas circundantes. “Todo
el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él
en medio del fuego. El humo subía como el humo de un horno, y
todo el monte se estremecía violentamente”. “La apariencia de la
gloria de Jehová era, a los ojos de los hijos de Israel, como un fuego
abrasador en la cumbre del monte”, ante los ojos de la multitud
allí congregada. “El sonido de la trompeta se hacía cada vez más
fuerte”. Tan terribles eran las señales de la presencia de Jehová que
las huestes de Israel temblaron de miedo, y cayeron sobre sus rostros
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ante el Señor. Aun Moisés exclamó: “Estoy espantado y temblando”.
Hebreos 12:21
.
Entonces los truenos cesaron; ya no se oyó la trompeta; y la
tierra quedó quieta. Hubo un plazo de solemne silencio y entonces
se oyó la voz de Dios. Rodeado de un séquito de ángeles, el Señor,
envuelto en espesa oscuridad, habló desde el monte y dio a conocer
su ley. Moisés al describir la escena, dice: “Jehová vino de Sinaí,
de Seir los alumbró, resplandeció desde el monte de Parán, avanzó
entre diez millares de santos, con la ley de fuego a su mano derecha.
Aún amó a su pueblo; todos los consagrados a él estaban en su