Página 272 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
mano. Por tanto, ellos siguieron tus pasos, recibiendo dirección de
ti”.
Deuteronomio 33:2, 3
.
Jehová se reveló, no solo en su tremenda majestad como juez y
legislador, sino también como compasivo guardián de su pueblo: “Yo
soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de
servidumbre”. Aquel a quien ya conocían como su guía y libertador,
quien los había sacado de Egipto, abriéndoles un camino en la mar,
derrotando al faraón y a sus huestes, quien había demostrado que era
más grande que los dioses de Egipto, era el que ahora proclamaba
su ley.
La ley no se proclamó en esa ocasión para beneficio exclusivo
de los hebreos. Dios los honró haciéndolos guardianes y custodios
de su ley; pero debían de tenerla como un santo legado para todo el
mundo. Los preceptos del Decálogo se adaptan a toda la humanidad,
y se dieron para la instrucción y el gobierno de todos. Son diez
preceptos, breves, abarcantes, y autorizados, que incluyen los deberes
del hombre hacia Dios y hacia sus semejantes; y todos se basan en
el gran principio fundamental del amor. “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y
con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.
Lucas 10:27
;
véase también
Deuteronomio 6:4, 5
;
Levítico 19:18
. En los Diez
Mandamientos (
Éxodo 20
) estos principios se expresan en detalle, y
se presentan en forma aplicable a la condición y circunstancias de la
humanidad.
“No tendrás dioses ajenos delante de mí”.
En este primer mandamiento Jehová, el eterno, el que posee
existencia propia, el no creado, el que es la fuente de todo y el
que lo sustenta todo, es el único que tiene derecho a la veneración
y adoración supremas. Se prohibe al hombre dar a cualquier otro
objeto el primer lugar en sus afectos o en su servicio. Cualquier cosa
que nos atraiga y que tienda a disminuir nuestro amor a Dios, o que
impida que le rindamos el debido servicio es para nosotros un dios.
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“No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen ni
ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la
tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni
las honrarás”.
Este segundo mandamiento prohibe adorar al verdadero Dios
mediante imágenes o figuras. Muchas naciones paganas aseveraban