Página 30 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
cielos le servían de techo; la tierra, con sus delicadas flores y su
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alfombra de animado verdor, era su piso; y las ramas frondosas
de los hermosos árboles le servían de dosel. Sus paredes estaban
decoradas con los adornos más esplendorosos, que eran obra de la
mano del sumo Artista.
En el medio en que vivía la santa pareja, había una lección para
todos los tiempos; a saber, que la verdadera felicidad se encuentra,
no en dar rienda suelta al orgullo y al lujo, sino en la comunión
con Dios por medio de sus obras creadas. Si los hombres pusieran
menos atención en lo superficial y cultivaran más la sencillez, cum-
plirían con mayor plenitud los designios que tuvo Dios al crearlos.
El orgullo y la ambición jamás se satisfacen, pero aquellos que real-
mente son inteligentes encontrarán placer verdadero y elevado en
las fuentes de gozo que Dios ha puesto al alcance de todos.
A los moradores del Edén se les encomendó el cuidado del
huerto, para que lo labraran y lo guardasen. Su ocupación no era
agotadora, sino agradable y vigorizadora. Dios dio el trabajo como
una bendición para que el hombre ocupara su mente, fortaleciera su
cuerpo y desarrollara sus facultades. En la actividad mental y física,
Adán encontró uno de los placeres más elevados de su santa exis-
tencia. Cuando, como resultado de su desobediencia, fue expulsado
de su bello hogar, y cuando, para ganarse el pan de cada día, fue
forzado a luchar con una tierra obstinada, ese mismo trabajo, aunque
muy distinto de su agradable ocupación en el huerto, le sirvió de
salvaguardia contra la tentación y como fuente de felicidad.
Aquellos que consideran el trabajo como una maldición están
cometiendo un grave error, aunque en ocasiones produzca dolor y
fatiga. A menudo los ricos miran con desdén a las clases trabajado-
ras; pero esto está enteramente en desacuerdo con los designios de
Dios al crear al hombre. ¿Qué son las riquezas del más opulento en
comparación con la herencia dada al señorial Adán? Sin embargo,
este no había de estar ocioso. Nuestro Creador, que sabe aquello
que constituye la felicidad del hombre, señaló a Adán su trabajo. El
verdadero regocijo de la vida lo encuentran únicamente los hombres
y las mujeres que trabajan. Los ángeles trabajan diligentemente; son
ministros de Dios en favor de los hijos de los hombres. En el plan del
Creador, no cabía la práctica de la indolencia que estanca al hombre.