Página 317 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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El tabernáculo y sus servicios
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inspirara en el espectador el sentimiento de la santidad de Dios, de
lo sagrado de su culto y de la pureza que se exigía a los que se
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acercaban a su presencia.
No solo el santuario mismo, sino también el ministerio de los
sacerdotes, debía servir “de figura y sombra de las cosas celestiales”.
Hebreos 8:5
. Por eso era de suma importancia; y el Señor, por medio
de Moisés, dio las instrucciones más claras y precisas acerca de cada
uno de los puntos de este culto simbólico.
El ministerio del santuario estaba dividido en dos partes: un
servicio diario y otro anual. El servicio diario se efectuaba en el
altar del holocausto en el atrio del tabernáculo, y en el lugar santo;
mientras que el servicio anual se realizaba en el lugar santísimo.
Ningún ojo mortal excepto el del sumo sacerdote debía mirar
el interior del lugar santísimo. Solo una vez al año podía entrar allí
el sumo sacerdote, y eso después de la preparación más cuidadosa
y solemne. Temblando, entraba para presentarse ante Dios, y el
pueblo en reverente silencio esperaba su regreso, con los corazones
elevados en fervorosa oración para pedir la bendición divina. Ante
el propiciatorio, el sumo sacerdote hacía expiación por Israel; y en
la nube de gloria, Dios se encontraba con él. Si su permanencia en
dicho sitio duraba más del tiempo acostumbrado, el pueblo sentía
temor de que, a causa de los pecados de ellos o de él mismo, lo
hubiera matado la gloria del Señor.
El servicio diario consistía en el holocausto matutino y el ves-
pertino, en el ofrecimiento del incienso en el altar de oro y de los
sacrificios especiales por los pecados individuales. Además, había
sacrificios para los sábados, las lunas nuevas y las fiestas especiales.
Cada mañana y cada tarde, se ofrecía sobre el altar un cordero
de un año, con las oblaciones apropiadas de presentes, para simboli-
zar la consagración diaria a Dios de toda la nación y su constante
dependencia de la sangre expiatoria de Cristo. Dios les indicó expre-
samente que toda ofrenda presentada para el servicio del santuario
debía ser “sin defecto”.
Éxodo 12:5
. Los sacerdotes debían exa-
minar todos los animales que se traían como sacrificio, y rechazar
los defectuosos. Solo una ofrenda “sin defecto” podía simbolizar la
perfecta pureza de Aquel que había de ofrecerse como “cordero sin
mancha y sin contaminación”.
1 Pedro 1:19
.