Página 318 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

314
Historia de los Patriarcas y Profetas
El apóstol Pablo señala estos sacrificios como una ilustración de
lo que los seguidores de Cristo han de llegar a ser. Dice: “Por tanto,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es
[321]
vuestro verdadero culto”.
Romanos 12:1
. Hemos de entregarnos al
servicio de Dios, y debemos tratar de hacer esta ofrenda tan perfecta
como sea posible. Dios no quedará satisfecho sino con lo mejor que
podamos ofrecerle. Los que lo aman de todo corazón, desearán darle
el mejor servicio de su vida, y constantemente tratarán de poner
todas las facultades de su ser en perfecta armonía con las leyes que
nos capacitan para hacer la voluntad de Dios.
Al presentar la ofrenda del incienso, el sacerdote se acercaba
más directamente a la presencia de Dios que en ningún otro acto de
los servicios diarios. Como el velo interior del santuario no llegaba
hasta el techo del edificio, la gloria de Dios, que se manifestaba
sobre el propiciatorio, era parcialmente visible desde el lugar santo.
Cuando el sacerdote ofrecía incienso ante el Señor, miraba hacia
el arca; y mientras ascendía la nube de incienso, la gloria divina
descendía sobre el propiciatorio y llenaba el lugar santísimo, y a
menudo llenaba tanto las dos divisiones del santuario que el sacer-
dote se veía obligado a retirarse hasta la puerta del tabernáculo. Así
como en ese servicio simbólico el sacerdote miraba por medio de la
fe el propiciatorio que no podía ver, igualmente el pueblo de Dios
ha de dirigir sus oraciones a Cristo, su gran Sumo Sacerdote, quien
invisible para el ojo humano, está intercediendo en su favor en el
santuario celestial.
El incienso, que ascendía con las oraciones de Israel, representa-
ba los méritos y la intercesión de Cristo, su perfecta justicia, la cual
por medio de la fe es acreditada a su pueblo, y es lo único que puede
hacer el culto de los seres humanos aceptable a Dios. Delante del
velo del lugar santísimo, había un altar de intercesión perpetua; y
delante del lugar santo, un altar de expiación continua. Había que
acercarse a Dios mediante la sangre y el incienso, pues estas cosas
simbolizaban al gran Mediador, por medio de quien los pecadores
pueden acercarse a Jehová, y por cuya intervención tan solo puede
otorgarse misericordia y salvación al alma arrepentida y creyente.
Mientras de mañana y de tarde los sacerdotes entraban en el
lugar santo a la hora del incienso, el sacrificio diario estaba listo para