Página 328 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
e impedirla; arrullan al pecador para que se duerma al borde de la
destrucción, se hacen partícipes de su culpa, y asumen una terrible
responsabilidad por su impenitencia. Muchísimos han descendido a
la ruina como resultado de esta falsa y engañosa condolencia.
Nunca habrían cometido Nadab y Abiú su fatal pecado, si an-
tes no se hubieran intoxicado parcialmente bebiendo mucho vino.
Sabían que era necesario hacer la preparación más cuidadosa y so-
lemne antes de presentarse en el santuario donde se manifestaba
la presencia divina; pero debido a su intemperancia se habían des-
calificado para ejercer su santo oficio. Su mente se confundió y se
embotaron sus percepciones morales, de tal manera que no pudie-
ron discernir la diferencia que había entre lo sagrado y lo común.
A Aarón y a sus hijos sobrevivientes, se les dio la amonestación:
“Ni tú ni tus hijos debéis beber vino ni sidra cuando entréis en el
Tabernáculo de reunión, para que no muráis. Estatuto perpetuo será
para vuestras generaciones, para poder discernir entre lo santo y
lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y enseñar a los hijos
de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dado por medio de
Moisés”.
Levítico 10:9-11
. El consumo de bebidas alcohólicas debi-
lita el cuerpo, confunde la mente y degrada las facultades morales.
Impide a los hombres comprender la santidad de las cosas sagradas
y el rigor de los mandamientos de Dios. Todos los que ocupaban
puestos de responsabilidad sagrada deben ser hombres estrictamente
temperantes, para que tengan lucidez para diferenciar entre lo bueno
y lo malo, firmeza de principios y sabiduría para administrar justicia
y manifestar misericordia.
La misma obligación descansa sobre cada discípulo de Cristo.
El apóstol Pedro declara: “Pero vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido”.
1 Pedro 2:9
. Dios re-
quiere que conservemos todas nuestras facultades en las mejores
condiciones, a fin de poder prestar un servicio aceptable a nuestro
Creador. Si se ingieren bebidas intoxicantes, producirán los mismos
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efectos que en el caso de aquellos sacerdotes de Israel. La conciencia
perderá su sensibilidad al pecado, y con toda seguridad se sufrirá un
proceso de endurecimiento en lo que toca a la iniquidad, hasta que
lo común y lo sagrado pierda toda diferencia de significado. ¿Cómo
podremos entonces ajustarnos a la norma y a los requerimientos
divinos? “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu