Página 33 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La tentación y la caída
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para que reconociera la justicia y la benevolencia de su ley y su
sagrado derecho sobre él; y del hombre se exige una respuesta
obediente.
Como los ángeles, los moradores del Edén habían de ser pro-
bados. Únicamente podían conservar su feliz estado si eran fieles
a la ley del Creador. Podían obedecer y vivir, o desobedecer y pe-
recer. Dios los había colmado de ricas bendiciones; pero si ellos
menospreciaban su voluntad, Aquel que no perdonó a los ángeles
que pecaron no los perdonaría a ellos tampoco: la transgresión los
privaría de todos sus dones, y les acarrearía desgracia y ruina.
Los ángeles amonestaron a Adán y a Eva a que estuvieran en
guardia contra las argucias de Satanás; porque sus esfuerzos por
tenderles una celada serían infatigables. Mientras fueran obedientes
a Dios, el maligno no podría perjudicarles; pues, si fuera necesario,
todos los ángeles del cielo serían enviados en su ayuda. Si ellos
rechazaban firmemente sus primeras insinuaciones, estarían tan se-
guros como los mismos mensajeros celestiales. Pero si cedían a la
tentación, su naturaleza se depravaría, y no tendrían en sí mismos
poder ni disposición para resistir a Satanás.
El árbol de la sabiduría había sido puesto como una prueba
de su obediencia y de su amor a Dios. El Señor había decidido
imponerles una sola prohibición tocante al uso de lo que había en el
huerto. Si menospreciaban su voluntad en este punto especial, serían
culpables de transgresión. Satanás no los seguiría continuamente
con sus tentaciones; solamente podría acercarse a ellos junto al árbol
prohibido. Si ellos trataban de investigar la naturaleza de este árbol,
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quedarían expuestos a sus engaños. Se les aconsejó que prestaran
atención cuidadosa a la amonestación que Dios les había enviado, y
que se conformaran con las instrucciones que él había tenido a bien
darles.
Para conseguir lo que quería sin ser advertido, Satanás escogió
como medio a la serpiente, disfraz bien adecuado para su proyecto
de engaño. La serpiente era en aquel entonces uno de los seres
más inteligentes y bellos de la tierra. Tenía alas, y cuando volaba
presentaba una apariencia deslumbradora, con el color y el brillo
del oro bruñido. Posada en las cargadas ramas del árbol prohibido,
mientras comía su delicioso fruto, cautivaba la atención y deleitaba