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Historia de los Patriarcas y Profetas
la vista que la contemplaba. Así, en el huerto de paz, el destructor
acechaba su presa.
Los ángeles habían prevenido a Eva a tener cuidado de no sepa-
rarse de su esposo mientras él estaba ocupado en su trabajo cotidiano
en el huerto; estando con él correría menos peligro de caer en ten-
tación que estando sola. Pero distraída en sus agradables labores,
inconscientemente se alejó del lado de su esposo. Al verse sola, tuvo
un presentimiento del peligro, pero desechó sus temores, diciéndose
a sí misma que tenía suficiente sabiduría y poder para comprender
el mal y resistirlo. Desdeñando la advertencia de los ángeles, muy
pronto se encontró extasiada, mirando con curiosidad y admiración
el árbol prohibido. El fruto era bello, y se preguntaba por qué Dios
se lo había vedado. Esta fue la oportunidad de Satanás. Como dis-
cerniendo sus pensamientos, se dirigió a ella diciendo: “¿Conque
Dios os ha dicho: “No comáis de ningún árbol del huerto?”” Véase
Génesis 3
.
Eva quedó sorprendida y espantada al oír el eco de sus pensa-
mientos. Pero, con voz melodiosa, la serpiente siguió con sutiles
alabanzas de su hermosura; y sus palabras no fueron desagradables a
Eva. En lugar de huir de aquel lugar, permaneció en él, maravillada
de oír hablar a la serpiente. Si se hubiese dirigido a ella un ser como
los ángeles, hubiera sentido temor; pero no se imaginó que la en-
cantadora serpiente pudiera convertirse en instrumento del enemigo
caído.
A la capciosa pregunta de Satanás, Eva contestó: “Del fruto
de los árboles del huerto podemos comer, pero del fruto del árbol
que está en medio del huerto dijo Dios: “No comeréis de él, ni lo
tocaréis, para que no muráis”. Entonces la serpiente dijo a la mujer:
“No moriréis. Pero Dios sabe que el día que comáis de él serán
abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el
mal””.
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Le dijo que al comer del fruto de este árbol, alcanzarían una es-
fera de existencia más elevada y entrarían en un campo de sabiduría
más amplio. Añadió que él mismo había comido de ese fruto prohi-
bido y como resultado había adquirido el don de la palabra. Insinuó
que por egoísmo el Señor no quería que comieran del fruto, pues
entonces se elevarían a la igualdad con él. Manifestó Satanás que
Dios les había prohibido que gustasen del fruto de aquel árbol o que