Página 335 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La ley y los dos pactos
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Cristo. Y de él ha emanado todo rayo de resplandor celestial que ha
caído sobre los habitantes de la tierra. En el plan de la redención,
Cristo es el Alfa y la Omega, el Primero y el Último.
Desde que el Salvador derramó su sangre para la remisión de
los pecados, y ascendió al cielo “para presentarse ahora por noso-
tros ante Dios” (
Hebreos 9:24
), raudales de luz han brotado de la
cruz del Calvario y del santuario celestial. Pero porque se nos haya
otorgado una luz más clara no debemos menospreciar la que en
tiempos anteriores fue recibida mediante símbolos que revelaban al
futuro Salvador. El evangelio de Cristo arroja luz sobre el sistema
de culto judío y da significado a la ley ceremonial. A medida que se
revelan nuevas verdades, y se aclara aún más lo que se sabía desde
el principio, se hacen más manifiestos el carácter y los propósitos de
Dios en su trato con su pueblo escogido. Todo rayo de luz adicional
que recibimos nos hace comprender mejor el plan de redención,
cumplimiento de la voluntad divina en favor de la salvación del
hombre. Vemos nueva belleza y fuerza en la Palabra inspirada, y la
estudiamos con interés más profundo y concentrado.
Muchos opinan que Dios colocó una muralla divisoria entre los
hebreos y el resto del mundo; que su cuidado y amor de los que
privara en gran parte al resto de la humanidad, se concentraban en Is-
rael. Pero no fue el propósito de Dios que su pueblo construyera una
muralla de separación entre ellos y sus semejantes. El corazón del
Amor infinito abarcaba a todos los habitantes de la tierra. Aunque lo
habían rechazado, constantemente procuraba revelárseles, y hacerlos
partícipes de su amor y su gracia. Su bendición fue concedida al
pueblo escogido, para que este pudiera bendecir a otros.
Dios llamó a Abraham, lo prosperó y lo honró; y la fidelidad del
patriarca fue una luz para la gente de todos los países donde habitó.
Abraham no se aisló de quienes lo rodeaban. Mantuvo relaciones
amistosas con los reyes de las naciones circundantes, y fue tratado
por algunos de ellos con gran respeto; su integridad y desinterés, su
valor y benevolencia, representaron el carácter de Dios. A Mesopo-
tamia, a Canaán, a Egipto, hasta a los habitantes de Sodoma, el Dios
del cielo se les reveló por medio de su representante.
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Asimismo se reveló Dios por medio de José al pueblo egipcio
y a todas las naciones relacionadas con aquel poderoso reino. ¿Por
qué dispuso el Señor exaltar a José a tan grande altura entre los