Página 337 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La ley y los dos pactos
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Como su Maestro, los seguidores de Cristo debían ser en todas
las edades la luz del mundo. El Salvador dijo: “Una ciudad asentada
sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se
pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero para que alumbre
a todos los que están en casa”, es decir, el mundo. Y agrega: “Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
Mateo 5:14-16
. Esto es exactamente lo que hicieron Enoc, Noé,
Abraham, José y Moisés. Y es precisamente lo que Dios quería que
hiciera su pueblo Israel.
Fue su propio corazón malo e incrédulo, dominado por Satanás,
lo que los llevó a ocultar su luz en vez de irradiarla sobre los pueblos
circunvecinos; fue ese mismo espíritu fanático lo que los hizo seguir
las prácticas inicuas de los paganos, o encerrarse en un orgulloso ex-
clusivismo, como si el amor y el cuidado de Dios fueran únicamente
para ellos.
Así como la Biblia presenta dos leyes, una inmutable y eterna,
la otra provisional y temporaria, así también hay dos pactos. El
pacto de la gracia se estableció primeramente con el hombre en el
Edén, cuando después de la caída se dio la promesa divina de que la
simiente de la mujer herirá a la serpiente en la cabeza. Este pacto
puso al alcance de todos los hombres el perdón y la ayuda de la
gracia de Dios para obedecer en lo futuro mediante la fe en Cristo.
También se les prometió la vida eterna si eran fieles a la ley de Dios.
Así recibieron los patriarcas la esperanza de la salvación.
Este mismo pacto le fue renovado a Abraham en la promesa: “En
tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra”.
Génesis
22:18
. Esta promesa dirigía los pensamientos hacia Cristo. Así la
entendió Abraham (véase
Gálatas 3:8, 16
), y confió en Cristo para
obtener el perdón de sus pecados. Fue esta fe la que se le contó
como justicia. El pacto con Abraham también mantuvo la autoridad
de la ley de Dios. El Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios
Todopoderoso. Anda delante de mí, y sé perfecto”. El testimonio de
Dios respecto a su siervo fiel fue: “Oyó Abraham mi voz, y guardó mi
precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes”, y el Señor
le declaró: “Estableceré un pacto contigo y con tu descendencia,
después de ti de generación en generación: un pacto perpetuo, para