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Historia de los Patriarcas y Profetas
Pero los diez, interrumpiéndolo, pintaron los obstáculos con co-
lores aun más sombríos que antes. “No podemos subir contra aquel
pueblo -dijeron-; porque es más fuerte que nosotros”. “Todo el pue-
blo que vimos en medio de ella es gente de gran estatura. También
vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes. Nosotros
éramos, a nuestro parecer, como langostas, y así les parecíamos a
ellos”.
Estos hombres, habiéndose iniciado en una conducta errónea, se
opusieron tercamente a Caleb y Josué, así como a Moisés y a Dios
mismo. Cada paso que daban hacia adelante los volvía más obstina-
dos. Estaban decididos a desalentar todos los esfuerzos tendientes a
obtener la posesión de Canaán. Tergiversaron la verdad para apoyar
su funesta influencia. “La tierra que recorrimos y exploramos es
tierra que traga a sus habitantes”, manifestaron. No solo era este un
mal informe, sino que era una mentira y una inconsecuencia. Los
espías habían declarado la tierra fructífera y próspera, todo lo cual
habría sido imposible si el clima fuera tan malsano que se pudiera
decir de la tierra que se tragaba “a sus habitantes”. Pero cuando los
hombres entregan su corazón a la incredulidad, se colocan bajo el
dominio de Satanás, y nadie puede decir hasta dónde los llevará.
“Entonces toda la congregación gritó y dio voces; y el pueblo
lloró aquella noche”. A esto siguió pronto la rebelión abierta y el
amotinamiento; porque Satanás ejercía absoluto dominio, y el pue-
blo parecía estar privado de razón. Maldijeron a Moisés y a Aarón,
olvidando que Dios oía sus inicuos discursos, y que, envuelto en la
columna de nube, el Ángel de su presencia era testigo de su terrible
explosión de ira. Con amargura clamaron: “¡Ojalá hubiéramos muer-
to en la tierra de Egipto! ¡Ojalá muriéramos en este desierto!” Luego
sus sentimientos se exacerbaron contra Dios: “¿Por qué nos trae
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Jehová a esta tierra para morir a espada, y para que nuestras mujeres
y nuestros niños se conviertan en botín de guerra? ¿No nos sería
mejor regresar a Egipto? Y se decían unos a otros: “Designemos
un capitán y volvamos a Egipto””. En esa forma no solo acusaron
a Moisés, sino también a Dios mismo, de haberlos engañado, al
prometerles una tierra que ellos no podían poseer. Y llegaron hasta
el punto de nombrar un capitán que los llevara de vuelta a la tierra
de su sufrimiento y esclavitud, de la cual habían sido liberados por
el brazo poderoso del Omnipotente.