Página 36 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
y esto la condujo a su caída. En el juicio final, los hombres no serán
condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino
porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de
aprender la verdad. No obstante los sofismas con que Satanás trata
de establecer lo contrario, siempre es desastroso desobedecer a Dios.
Debemos aplicar nuestros corazones a buscar la verdad. Todas las
lecciones que Dios mandó registrar en su Palabra son para nuestra
advertencia e instrucción. Fueron escritas para salvarnos del engaño.
El descuidarlas nos traerá la ruina. Podemos estar seguros de que
todo lo que contradiga la Palabra de Dios procede de Satanás.
La serpiente tomó del fruto del árbol prohibido y lo puso en las
manos vacilantes de Eva. Entonces le recordó sus propias palabras
referentes a que Dios les había prohibido tocarlo, so pena de muerte.
Le manifestó que no recibiría más daño de comer el fruto que de
tocarlo. No experimentando ningún mal resultado por lo que había
hecho, Eva se atrevió a más. Vio “que el árbol era bueno para comer,
agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría, tomó
de su fruto y comió”.
Génesis 3:6
. Era agradable al paladar, y a
medida que comía, parecía sentir una fuerza vivificante, y se figuró
que entraba en un estado más elevado de existencia. Sin temor, tomó
el fruto y lo comió.
Y ahora, habiendo pecado, ella se convirtió en el agente de Sa-
tanás para labrar la ruina de su esposo. Con extraña y anormal
excitación, y con las manos llenas del fruto prohibido, lo buscó y le
relató todo lo que había ocurrido.
Una expresión de tristeza cubrió el rostro de Adán. Quedó atónito
y alarmado. A las palabras de Eva contestó que ese debía ser el
enemigo contra quien se los había prevenido; y que conforme a la
sentencia divina ella debía morir. En respuesta, Eva lo instó a comer,
repitiendo el aserto de la serpiente de que no morirían. Alegó que
las palabras de la serpiente debían ser ciertas puesto que no sentía
ninguna evidencia del desagrado de Dios; sino que, al contrario,
experimentaba una deliciosa y alborozante influencia, que conmovía
todas sus facultades con una nueva vida, que le parecía semejante a
la que inspiraba a los mensajeros celestiales.
Adán comprendió que su compañera había violado el manda-
miento de Dios, menospreciando la única prohibición que les había
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sido puesta como una prueba de su fidelidad y amor. Se desató una