Página 37 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

La tentación y la caída
33
terrible lucha en su mente. Lamentó haber dejado a Eva separarse de
su lado. Pero ahora el error estaba cometido; debía separarse de su
compañía, que le había sido de tanto gozo. ¿Cómo podría hacer eso?
Adán había gozado el compañerismo de Dios y de los santos
ángeles. Había contemplado la gloria del Creador. Comprendía el
elevado destino que aguardaba al linaje humano si los hombres
permanecían fieles a Dios. Sin embargo, se olvidó de todas estas
bendiciones ante el temor de perder el don que apreciaba más que
todos los demás. El amor, la gratitud y la lealtad al Creador, todo fue
desestimado por amor a Eva. Ella era parte de sí mismo, y Adán no
podía soportar la idea de una separación. No alcanzó a comprender
que el mismo Poder infinito que lo había creado del polvo de la
tierra y hecho de él un ser viviente de hermosa forma y que, como
demostración de su amor, le había dado una compañera, podía muy
bien proporcionarle otra. Adán decidió compartir la suerte de Eva;
si ella debía morir, él moriría con ella. Al fin y al cabo, se dijo Adán,
¿no podrían ser verídicas las palabras de la sabia serpiente? Eva
estaba ante él, tan bella y aparentemente tan inocente como antes
de su desobediencia. Le expresaba mayor amor que antes. Ninguna
señal de muerte se notaba en ella, y así decidió hacer frente a las
consecuencias. Tomó el fruto y lo comió de inmediato.
Después de su transgresión, Adán se imaginó al principio que
entraba en un plano superior de existencia. Pero pronto la idea de
su pecado lo llenó de terror. El aire que hasta entonces había sido
de temperatura suave y uniforme pareció enfriar los cuerpos de la
culpable pareja. El amor y la paz que habían disfrutado desapareció,
y en su lugar sintieron el remordimiento del pecado, el temor al
futuro y la desnudez del alma. El manto de luz que los había cubierto
desapareció, y para reemplazarlo hicieron delantales; porque no
podían presentarse desnudos a la vista de Dios y los santos ángeles.
Ahora comenzaron a ver el verdadero carácter de su pecado.
Adán increpó a su compañera por su locura de apartarse de su lado
y dejarse engañar por la serpiente; pero ambos presumían que Aquel
que les había dado tantas muestras de su amor perdonaría esa sola
y única transgresión, o que no se verían sometidos al castigo tan
terrible que habían temido.