Página 38 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Satanás se regocijó de su triunfo. Había tentado a la mujer a
desconfiar del amor de Dios, a dudar de su sabiduría, y a violar su
ley; y por su medio, causar la caída de Adán.
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Pero el gran Legislador iba a revelar a Adán y a Eva las conse-
cuencias de su pecado. La presencia divina se manifestó en el huerto.
En su anterior estado de inocencia y santidad solían dar alegremen-
te la bienvenida a la presencia de su Creador; pero ahora huyeron
aterrorizados, y se escondieron en el lugar más apartado del huerto.
“Pero Jehová Dios llamó al hombre, y le preguntó: “¿Dónde estás?”
Él respondió: “Oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba
desnudo; por eso me escondí”. Entonces Dios le preguntó: “¿Quién
te enseñó que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del
cual yo te mandé que no comieras?””.
Génesis 3:9-11
.
Adán no podía negar ni disculpar su pecado; pero en vez de
mostrar arrepentimiento, culpó a su esposa, y de esa manera al
mismo Dios: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol,
y yo comí”.
Génesis 3:12
. El que por amor a Eva había escogido
deliberadamente perder la aprobación de Dios, su hogar en el paraíso
y una vida de eterno regocijo, ahora después de su caída culpó de su
transgresión a su compañera y aun a su mismo Creador. Tan terrible
es el poder del pecado.
Cuando la mujer fue interrogada: “¿Qué es lo que has hecho?”
contestó: “La serpiente me engañó, y comí”. “¿Por qué creaste
la serpiente? ¿Por qué la dejaste entrar en Edén?” Estas eran las
preguntas implícitas en sus disculpas por su pecado. Así como Adán,
ella culpó a Dios por su caída. El espíritu de autojustificación se
originó en el padre de la mentira; lo manifestaron nuestros primeros
padres tan pronto como se sometieron a la influencia de Satanás, y
se ha visto en todos los hijos e hijas de Adán. En vez de confesar
humildemente su pecado, tratan de justificarse culpando a otros, a
las circunstancias, a Dios, y hasta murmuran contra las bendiciones
divinas.
El Señor sentenció entonces a la serpiente: “Por cuanto esto hi-
ciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales
del campo. Sobre tu vientre te arrastrarás y polvo comerás todos los
días de tu vida”.
Génesis 3:14
. Puesto que la serpiente había sido el
instrumento de Satanás, compartiría con él la pena del juicio divino.
Después de ser la más bella y admirada criatura del campo, iba a ser