Página 365 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

La rebelión de Coré
361
acogida que se aventuraron a ir más lejos, y por último, creyeron
verdaderamente que los movía el celo por Dios.
Lograron conquistar a doscientos cincuenta príncipes, que eran
hombres de mucho renombre en la congregación. Con estos pode-
rosos e influyentes sostenedores se creyeron capaces de efectuar
un cambio radical en el gobierno, y de mejorar en gran manera la
administración de Moisés y Aarón.
Los celos habían provocado la envidia; y la envidia, la rebelión.
Tanto habían discutido el derecho de Moisés a su gran autoridad y
honor, que llegaron a considerarlo como ocupante de un cargo envi-
diable que cualquiera de ellos podría desempeñar tan bien como él.
Se convencieron erróneamente, a sí mismos y mutuamente, de que
Moisés y Aarón habían asumido de por sí los puestos que ocupaban.
Los descontentos decían que aquellos caudillos se habían exaltado
a sí mismos por sobre la congregación del Señor, al investirse del
sacerdocio y el gobierno, sin que la familia de ellos merezca distin-
guirse por sobre las otras familias de Israel. No eran más santos que
el pueblo, y debiera bastarles el estar equiparados a sus hermanos,
quienes eran igualmente favorecidos con la presencia y protección
especiales de Dios.
Los conspiradores trabajaron luego con el pueblo. A los que ye-
rran y merecen reprensión, nada les agrada más que recibir honores
y alabanza. Y así obtuvieron Coré y sus asociados la atención y el
apoyo de la congregación. Declararon errónea la acusación de que
las murmuraciones del pueblo habían atraído sobre él la ira de Dios.
Dijeron que la congregación no era culpable, puesto que solo había
deseado aquello a lo cual tenía derecho; pero Moisés era un go-
bernante intolerante que había reprendido al pueblo como pecador,
cuando era un pueblo santo, entre el cual se hallaba el Señor.
[372]
Coré reseñó la historia de su peregrinación por el desierto, donde
se los había puesto en estrecheces, y muchos habían perecido a causa
de su murmuración y de su desobediencia. Sus oyentes creyeron
ver claramente que se habrían evitado sus dificultades si Moisés
hubiera seguido una conducta distinta. Decidieron que todos sus
desastres eran imputables a él, y que su exclusión de Canaán se
debía por lo tanto a la mala administración y dirección de Moisés y
Aarón; que si Coré fuera su adalid, y los animara, espaciándose en
sus buenas acciones en lugar de reprender sus pecados, realizarían