Página 368 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Al día siguiente, los doscientos cincuenta príncipes, encabezados
por Coré, se presentaron con sus incensarios. Se los hizo entrar en
el atrio del tabernáculo, mientras el pueblo se reunía afuera, para
esperar el resultado. No fue Moisés quien reunió la congregación
para presenciar la derrota de Coré y su compañía, sino que los
rebeldes, en su presunción ciega, la convocaron para que todos
fueran testigos de su victoria. Gran parte de la congregación se
puso abiertamente de parte de Coré, cuyas esperanzas de realizar su
propósito contra Aarón eran grandes.
Cuando estaban todos así reunidos delante de Dios, “la gloria de
Jehová apareció a toda la congregación”. Moisés y Aarón recibieron
esta divina advertencia: “Apartaos de esta congregación, y consumiré
en un momento”. Pero ellos se postraron de hinojos y rogaron: “Dios,
Dios de los espíritus de toda carne, ¿no es solo hombre el que pecó?
¿Por qué airarte contra toda la congregación?”
Coré se había retirado de la asamblea, para unirse a Datán y
a Abiram, cuando Moisés, acompañado por los setenta ancianos,
bajó para dar la última advertencia a los hombres que se habían
negado a comparecer ante él. Como multitudes los seguían, antes de
pronunciar su mensaje, Moisés ordenó al pueblo por instrucción di-
vina: “Apartaos de las tiendas de estos hombres impíos, y no toquéis
ninguna cosa suya, porque no perezcáis por todos sus pecados”. La
advertencia fue obedecida, porque se apoderó de todos la aprensión
de que iba a caer un castigo. Los rebeldes principales se vieron aban-
donados por aquellos a quienes habían engañado, pero su osadía no
disminuyó. Se quedaron de pie con sus familias a las puertas de sus
tiendas, en abierto desafío a la advertencia divina.
Entonces Moisés declaró, en el nombre del Dios de Israel, a
oídos de la congregación: “En esto conoceréis que Jehová me ha
enviado para que hiciera todas estas cosas, y que no las hice de mi
propia voluntad. Si como mueren todos los hombres mueren estos, o
si al ser visitados ellos corren la suerte de todos los hombres, Jehová
no me envió. Pero si Jehová hace algo nuevo, si la tierra abre su
boca y se los traga con todas sus cosas, y descienden vivos al seol,
entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová”.
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De pie, llenos de terror y expectación, en espera del aconte-
cimiento, todos los israelitas fijaron los ojos en Moisés. Cuando
terminó de hablar, la tierra sólida se partió, y los rebeldes cayeron