Página 370 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
alabanza reemplazaría a la reprensión, y el ocio y el bienestar a la
ansiedad y la lucha. Los hombres que acababan de perecer habían
pronunciado palabras de adulación, y habían profesado gran interés
y amor por ellos, de modo que el pueblo concluyó que Coré y sus
compañeros debieron ser buenos hombres, cuya destrucción Moisés
había ocasionado por algún u otro medio.
Es casi imposible a los hombres infligir a Dios mayor insul-
to que el menospreciar y rechazar los instrumentos que él quiere
emplear para salvarlos. No solo habían hecho esto los israelitas,
sino que hasta se habían propuesto asesinar a Moisés y a Aarón.
No obstante, no se percataban de la necesidad que tenían de pedir
perdón a Dios por su grave pecado. No dedicaron aquella noche de
gracia al arrepentimiento y la confesión, sino a idear alguna manera
de resistir a las pruebas de que eran los mayores de los pecadores.
Seguían albergando odio contra los hombres designados por Dios,
y se preparaban para resistir la autoridad de ellos. Satanás estaba
allí para pervertir su juicio, y llevarlos con los ojos vendados a la
destrucción.
Todo Israel había huido alarmado cuando oyó el clamor de los
pecadores condenados que descendían al abismo, y dijo: “No nos
trague también la tierra”. Pero al “día siguiente toda la congregación
de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón, diciendo:
“Vosotros habéis dado muerte al pueblo de Jehová””. Y estaba a
punto de hacer violencia a sus fieles y abnegados jefes.
Se vio una manifestación de la gloria divina en la nube sobre
el tabernáculo y salió de la nube una voz que habló a Moisés y a
Aarón, diciendo: “Apartaos de en medio de esta congregación, y los
consumiré en un momento”.
No había culpabilidad de pecado en Moisés. Por tanto, no temió
ni se apresuró a irse para dejar que la congregación pereciera. Moisés
se demoró y con ello manifestó en esta temible crisis el verdadero
interés del pastor por el rebaño confiado a su cuidado. Rogó para que
la ira de Dios no destruyera totalmente al pueblo escogido. Su inter-
cesión impidió que el brazo de la venganza acabara completamente
con el desobediente y rebelde pueblo de Israel.
Pero el ángel de la ira había salido; la plaga estaba haciendo su
obra de exterminio. Atendiendo a la orden de su hermano, Aarón to-
mó un incensario, y con él se dirigió apresuradamente al medio de la