Página 371 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La rebelión de Coré
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congregación, “e hizo expiación por el pueblo”. “Y se puso entre los
muertos y los vivos”. Mientras subía el humo de incienso, también
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se elevaban a Dios las oraciones de Moisés en el tabernáculo, y la
plaga se detuvo; pero después de que catorce mil israelitas murieron,
como evidencia de la culpabilidad que entraña la murmuración y la
rebelión.
Pero se dio otra prueba de que el sacerdocio se había instituido
en la familia de Aarón. Por orden divina cada tribu preparó una vara,
y escribió su nombre en ella. El nombre de Aarón estaba en la de
Leví. Las varas fueron colocadas en el tabernáculo, “delante del
Testimonio”. Véase
Números 17
. El florecimiento de cualquier vara
indicaría que Dios había escogido a esa tribu para el sacerdocio. A
la mañana siguiente “aconteció que [...] fue Moisés al tabernáculo
del Testimonio; y vio que la vara de Aarón de la casa de Leví había
reverdecido, echado flores, arrojado renuevos y producido almen-
dras”. Fue mostrada al pueblo y colocada después en el tabernáculo
como testimonio para las generaciones venideras. El milagro decidió
definitivamente el tema del sacerdocio.
Quedó plenamente probado que Moisés y Aarón habían hablado
por autoridad divina; y el pueblo se vio obligado a creer la desagra-
dable verdad de que había de morir en el desierto. “He aquí nosotros
somos muertos -dijeron-, perdidos somos, todos nosotros somos
perdidos”. Confesaron que habían pecado al rebelarse contra sus
jefes, y que Coré y sus asociados habían recibido un castigo justo
de Dios.
En la rebelión de Coré se ve en pequeña escala el desarrollo
del espíritu que llevó a Satanás a rebelarse en el cielo. El orgullo
y la ambición indujeron a Lucifer a quejarse contra el gobierno de
Dios, y a procurar derrocar el orden que había sido establecido en
el cielo. Desde su caída se ha propuesto inculcar el mismo espíritu
de envidia y descontento, la misma ambición de cargos y honores
en las mentes humanas. Así obró en el ánimo de Coré, Datán y
Abiram, para hacerles desear ser enaltecidos, y para incitar en ellos
envidia, desconfianza y rebelión. Satanás los hizo rechazar a Dios
como su jefe, al inducirlos a desechar a los hombres escogidos por
el Señor. No obstante, mientras que, murmurando contra Moisés y
Aarón, blasfemaban contra Dios, se hallaban tan seducidos que se