Página 382 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”.
Juan 4:14
.
Cristo combina los dos símbolos. Él es la roca y es el agua viva.
Las mismas figuras, bellas y expresivas, se conservan en toda la
Biblia. Muchos siglos antes de que llegara Cristo, Moisés lo señaló
como la roca de la salvación de Israel (
Deuteronomio 32:15
); el
salmista cantó sus loores, y le llamó “roca mía y redentor mío”,
“la roca de mi fortaleza”, “peña más alta que yo”, “mi roca y mi
fortaleza”, “roca de mi corazón y mi porción”, la “roca de mi con-
fianza”. En los cánticos de David su gracia es presentada como
“aguas de reposo” en “delicados pastos”, hacia los cuales el Pastor
divino guía su rebaño. Y también dice: “Tú les darás de beber del
torrente de tus delicias. Porque contigo está el manantial de la vida”.
Y el sabio declara: “Arroyo que rebosa” es “la fuente de la sabidu-
ría”. Para Jeremías, Cristo es la “fuente de agua viva”; para Zacarías
un “manantial abierto [...] para el pecado y la inmundicia”.
Salmos
19:14
;
62:7
;
61:2
;
71:3
;
73:26
;
94:22
;
23:2
;
36:8, 9
;
Proverbios 18:4
;
Jeremías 2:13
;
Zacarías 13:1
.
Isaías lo describe como “la Roca de la eternidad”, como “sombra
de gran peñasco en tierra calurosa.” Y al anotar la preciosa promesa
evoca el recuerdo del arroyo vivo que fluía para Israel: “Los afligidos
y necesitados buscan las aguas, pero no las encuentran; seca está
de sed su lengua. Yo, Jehová, los oiré; yo, el Dios de Israel, no los
desampararé”. “Porque yo derramaré aguas sobre el secadal, y ríos
sobre la tierra seca”. “Porque aguas serán cavadas en el desierto, y
torrentes en la estepa”. Se extiende la invitación “a todos los sedien-
tos: Venid a las aguas”. Y esta invitación se repite en las últimas
páginas de la santa Palabra. El río del agua de vida, “resplandeciente
como cristal”, emana del trono de Dios y del Cordero; y la miseri-
cordiosa invitación repercute a través de los siglos: “Y el que tiene
sed, venga. El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida”.
Isaías 26:4 (VM)
;
32:2
;
41:17
;
44:3
;
35:6
;
55:1
;
Apocalipsis 22:17
.
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Precisamente antes de que la hueste hebrea llegara a Cades, dejó
de fluir el arroyo de agua viva que por tantos años había brotado y
corrido a un lado del campamento. El Señor quería probar de nuevo
a su pueblo. Quería ver si habría de confiar en su providencia o
imitaría la incredulidad de sus padres.
Tenían ahora a la vista las colinas de Canaán. Unos pocos días
de camino los llevarían a las fronteras de la tierra prometida. Se