Página 392 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
como posesión, y no se los había de perturbar a menos que por
sus pecados se colocaran fuera del alcance de su misericordia. Los
hebreos habían de desposeer y destruir totalmente a los habitantes de
Canaán, que habían colmado la medida de sus iniquidades; pero los
edomitas vivían todavía su tiempo de gracia, por lo cual debían ser
tratados misericordiosamente. Dios se complace en la misericordia
y manifiesta su compasión antes de aplicar sus juicios. Enseñó a
los israelitas a pasar sin hacer daño a Edom, antes de exigirles que
destruyeran a los habitantes de Canaán.
Los antepasados de Edom y de Israel eran hermanos, y debió
reinar entre ellos la bondad y la cortesía fraternal. Se les prohibió a
los israelitas que vengaran entonces o en cualquier momento futuro,
la afrenta que se les había hecho al negarles el paso por la tierra.
No debían contar con poseer alguna parte de la tierra de Edom.
Aunque los israelitas eran el pueblo escogido y favorecido de Dios,
debían obedecer todas las restricciones que él les imponía. Dios
les había prometido una buena herencia; pero no habían de creer
por eso que ellos eran los únicos que tenían derechos en la tierra,
ni tratar de expulsar a todos los demás. Se les ordenó que al tratar
con los edomitas no fueran injustos. Habían de comerciar con ellos,
comprarles lo que necesitaran y pagar puntualmente por todo lo
que recibieran. Como aliciente para que Israel confiara en Dios
y obedeciera a su palabra, se le recordó: “Jehová tu Dios te ha
bendecido en toda obra de tus manos, [...] y sin que nada te haya
faltado”.
Deuteronomio 2:7
. Israel no dependía de los edomitas, pues
tenía un Dios rico y abundante en recursos. Nada debía procurar
de ellos por la fuerza o el fraude, sino que más bien en todas sus
relaciones debía poner en práctica este principio de la ley divina:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Si los hebreos hubieran cruzado Edom como Dios se había
propuesto, su paso habría resultado en una bendición, no solo para
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ellos, sino también para los habitantes de la tierra; pues les habría
permitido conocer al pueblo de Dios y su culto, y ver cómo el Dios
de Jacob había prosperado a los que lo amaban y lo temían. Pero
la incredulidad de Israel había impedido todo esto. Dios le había
dado al pueblo agua en contestación a sus clamores, pero hubo de
dejar que de su incredulidad proviniera su castigo. Nuevamente