Página 398 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
que deseaba la muerte, y ahora el Señor permitió que la muerte le
sobreviniera. Las serpientes venenosas que pululaban en el desierto
eran llamadas serpientes ardientes a causa de los terribles efectos de
su mordedura, pues producía una inflamación violenta y la muerte al
poco tiempo. Cuando la mano protectora de Dios se apartó de Israel,
muchísimas personas fueron atacadas por estos reptiles venenosos.
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Hubo entonces terror y confusión en todo el campamento. En casi
todas las tiendas había muertos o moribundos. Nadie estaba seguro.
A menudo rasgaban el silencio de la noche gritos penetrantes que
anunciaban nuevas víctimas. Todos estaban atareados para asistir a
los dolientes, o con cuidado angustioso trataban de proteger a los que
aun no habían sido heridos. Ninguna murmuración salía ahora de
sus labios. Cuando comparaban sus dificultades y pruebas anteriores
con los sufrimientos por los cuales estaban pasando ahora, aquéllas
les parecían baladíes.
El pueblo se humilló entonces ante Dios. Muchos se acercaron
a Moisés para hacerle sus confesiones y súplicas. “Hemos pecado
-dijeron- por haber hablado contra Jehová y contra ti”.
Números
21:7-9
. Poco antes lo habían acusado de ser su peor enemigo, la
causa de todas sus angustias y aflicciones. Pero aun antes que las
palabras dejaran sus labios, sabían perfectamente que los cargos
eran falsos; y tan pronto como llegaron las verdaderas dificultades,
corrieron hacia él como a la única persona que podía interceder ante
Dios por ellos.
“Ruega a Jehová -clamaron- que quite de nosotros estas serpien-
tes”.
Dios le ordenó a Moisés construir una serpiente de bronce se-
mejante a las vivas, y que la levantara ante el pueblo. Todos los
que habían sido picados debían mirarla y encontrarían alivio. Hizo
lo que se le había mandado, y por todo el campamento cundió la
grata noticia de que todos los que habían sido mordidos podían
mirar la serpiente de bronce, y vivir. Muchos habían muerto ya, y
cuando Moisés hizo levantar la serpiente en un poste, hubo quienes
se negaron a creer que con solo mirar aquella imagen metálica se
iban a curar. Estos perecieron en la incredulidad. No obstante, hubo
muchos que tuvieron fe en lo provisto por Dios. Padres, madres, her-
manos y hermanas se dedicaban afanosamente a ayudar a sus deudos
dolientes y moribundos a fijar los ojos lánguidos en la serpiente. Si