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Historia de los Patriarcas y Profetas
delante de él y pelearía por él; y que también enviaría avispones para
ahuyentar a los habitantes de la tierra. En general, los temores de
las naciones no se habían despertado, y ellas habían hecho pocos
preparativos para oponerse al progreso de Israel. Pero cuando el Se-
ñor le ordenó ahora que avanzara lo tuvo que hacer contra enemigos
poderosos y alertados, de modo que hubo de luchar con ejércitos
grandes y bien preparados para oponerse a su paso.
En sus luchas con Og y Sehón, el pueblo se vio sometido a la
misma prueba bajo la cual sus padres habían fracasado. Pero la
prueba era ahora mucho más severa que cuando Dios ordenó a los
hijos de Israel que avanzaran. Las dificultades del camino habían
aumentado desde que ellos rehusaron avanzar cuando se les mandó
hacerlo en el nombre del Señor. Es así cómo Dios prueba aun ahora
a sus hijos. Si no soportan la prueba, los lleva al mismo punto, y la
segunda vez la prueba será más estrecha y severa que la anterior. Esto
continúa hasta que soportan la prueba, o, si todavía son rebeldes,
Dios les retira su luz, y los deja en tinieblas.
Los hebreos recordaban ahora cómo anteriormente, cuando sus
fuerzas habían salido a luchar, fueron derrotadas y miles perecieron.
Pero en aquel entonces habían salido a luchar en abierta oposición al
mandamiento de Dios. Habían salido sin Moisés, el jefe nombrado
por Dios, sin la columna de nube, símbolo de la presencia divina,
y sin el arca. Pero ahora Moisés estaba con ellos, y fortalecía sus
corazones con palabras de esperanza y fe; el Hijo de Dios, rodeado
por la columna de nube, les mostraba el camino; y el arca santa
acompañaba al ejército. Todo esto encierra una lección para noso-
tros. El poderoso Dios de Israel es nuestro Dios. En él podemos
confiar, y si obedecemos sus requerimientos, obrará por nosotros
tan poderosamente como lo hizo por su antiguo pueblo. Todo el
que procure seguir el camino del deber se verá a veces asaltado por
la duda e incredulidad. El camino estará a veces lleno de obstácu-
los aparentemente insuperables, esto podrá descorazonar a los que
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cedan al desaliento; pero Dios les dice: Seguid adelante. Cumplid
vuestro deber cueste lo que cueste. Las dificultades de aspecto tan
formidable, que llenan vuestra alma de espanto, se desvanecerán
a medida que, confiando humildemente en Dios, avancéis por el
sendero de la obediencia.
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