Capítulo 40—Balaam
Este capítulo está basado en Números 22 y 24.
Cuando regresaron al Jordán, después de la conquista de Ba-
sán, los israelitas, mientras se preparaban para invadir a Canaán,
acamparon a la orilla del río un poco más arriba que el punto de
su desembocadura en el Mar Muerto, frente a la llanura de Jericó.
Estaban en la misma frontera de Moab, y los moabitas se llenaron
de terror al tener tan cerca a los invasores.
La gente de Moab no había sido molestada por Israel; pero
había observado con presentimientos inquietantes todo lo que había
ocurrido en los países vecinos. Los amorreos ante quienes había
tenido que retroceder, habían sido vencidos por los hebreos, y el
territorio que los amorreos habían arrebatado a Moab estaba ahora
en posesión de Israel. Los ejércitos de Basán habían cedido ante el
poder misterioso que encerraba la columna de nube, y las gigantescas
fortalezas estaban ocupadas por los hebreos. Los moabitas no se
atrevieron arriesgarse a sacarlos; ante las fuerzas sobrenaturales
que obraban en su favor, apelar a las armas era futil. Pero, como el
faraón, decidieron acudir al poder de la hechicería para contrarrestar
la obra de Dios. Atraerían una maldición sobre Israel.
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La gente de Moab estaba estrechamente relacionada con los
madianitas, por vínculos nacionales y religiosos. Así que Balac, rey
de Moab, despertó los temores de ese pueblo pariente, y obtuvo su
cooperación en sus propósitos contra Israel mediante el siguiente
mensaje: “Ahora esta gente va a devorar todos nuestros contornos,
como devora el buey la grama del campo”. Véase
Números 22-24
.
Era fama que Balaam, habitante de Mesopotamia, poseía poderes
sobrenaturales, y esa fama había llegado a la tierra de Moab. Se
acordó solicitar su ayuda.
Por consiguiente, enviaron mensajeros “los ancianos de Moab,
a los ancianos de Madián”, para asegurarse los servicios de sus
adivinaciones y su magia contra Israel.
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