Página 414 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
Porque desde la cumbre de las peñas puedo verlo,
desde los collados puedo mirarlo;
es un pueblo que habita confiado
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y no se cuenta entre las naciones.
¿Quién contará el polvo de Jacob
o el número de la cuarta parte de Israel?
Que muera yo la muerte de los rectos
y mi fin sea como el suyo”.
Balaam confesó que había venido con el objeto de maldecir a Is-
rael; pero las palabras que pronunció contradijeron rotundamente los
sentimientos de su corazón. Se lo obligó a pronunciar bendiciones,
mientras que su alma estaba llena de maldiciones.
Mientras Balaam miraba el campamento de Israel, contempló
con asombro la evidencia de su prosperidad. Se lo habían pintado
como una multitud ruda y desorganizada que infestaba el país con
grupos de merodeadores que afligían y aterrorizaban las naciones
circunvecinas; pero lo que veía era todo lo contrario. Notó la vasta
extensión y el orden perfecto del campamento, y que todo denotaba
disciplina y orden cabales. Le fue revelado el favor que Dios dis-
pensaba a Israel, y el carácter distintivo de ese pueblo escogido. No
había de equipararse a las otras naciones, sino de superarlas en todo.
El “pueblo que habita confiado, y no se cuenta entre las naciones”.
Cuando se pronunciaron estas palabras, los israelitas aun no se ha-
bían establecido permanentemente en un sitio, y Balaam no conocía
su carácter particular y especial ni sus modales y costumbres. Pero
¡cuán sorprendentemente se cumplió esta profecía en la historia ulte-
rior de Israel! A través de todos los años de su cautiverio y de todos
los siglos de su dispersión, han subsistido como pueblo distinto de
los demás. Así también los hijos de Dios, el verdadero Israel, aunque
dispersados entre todas las naciones, no son sino advenedizos en la
tierra, y su ciudadanía está en los cielos.
No solo se le mostró a Balaam la historia del pueblo hebreo
como nación, sino que contempló el incremento y la prosperidad del
verdadero Israel de Dios hasta el fin. Vio cómo el favor especial del
Altísimo asistía a los que lo aman y le temen. Los vio, sostenidos
por su brazo, entrar en el valle de la sombra de muerte. Y los vio
salir de la tumba, coronados de gloria, honor e inmortalidad. Vio a